
Ahora que estamos inmersos en las evaluaciones de PISA 2015 y siendo conscientes de sus fortalezas y de su capacidad para introducir el debate de la calidad de la educación en la práctica totalidad de las agendas políticas, haré algunos apuntes sobre sus limitaciones y efectos. Las claves para triunfar en el Informe PISA
El incremento de las pruebas estandarizadas internacionales y nacionales y el ascenso de las políticas de accountability en este contexto político globalizado, hacen necesaria una mirada crítica que relativice su importancia. Cabe preguntarse si la OCDE debe intervenir para modular las políticas educativas nacionales y, sobre todo, si es deseable que marque una tendencia homogeneizadora.
Habiendo revisado los marcos teóricos ya publicados por el INEE y la prueba piloto que se desarrolló en agosto del año pasado, nos encontramos con que el Programa PISA sigue presentando dos tipos de limitaciones: metodológicas y explicativas. Las metodológicas ponen de manifiesto las carencias con las que parte la evaluación desde su diseño: motivación de los alumnos en pruebas que no les afectan directamente; orientación occidental y urbana; trabajar con variables discretas y no con procesos complejos (visión simplista de la educación); el aula vista como una caja negra (seguramente por la dificultad de vincular las prácticas con los resultados); o la no consideración de las Humanidades, las Ciencias Sociales y las Artes.
Estas limitaciones llegan hasta las competencias que ni siquiera evalúa completamente, dejando fuera aspectos emotivos, actitudinales y valorativos de las mismas. Por su parte, las explicativas podemos concretarlas en la injustificable ausencia del proceso de enseñanza-aprendizaje, la inexistencia del aula en la ecuación explicativa de los resultados (esconde un desprecio al docente) y la incapacidad de los informes para orientar prácticas de mejora, distanciándose del currículum local y aportando poca información sobre las causas de los resultados.
El impacto de PISA
Todas estas limitaciones tienen sus efectos. Y es que el impacto de PISA en los procesos educativos es muy alto. Debemos preguntarnos si queremos educar para este programa, siendo conscientes de que sitúa la excelencia educativa como objetivo político prioritario muy por delante de otros como la justicia social o la equidad. PISA está contribuyendo a la globalización cultural que solicita la globalización económica. Estamos ante una tendencia que apunta a la formación del capital humano convirtiendo la educación en un bien privado que está, ahora más que nunca, vinculada al sistema productivo.
Por todo ello, tenemos que dudar de la asepsia de las intenciones de la OCDE y aconsejar una interpretación modesta y ajustada de los resultados de PISA 2015 como indicadores de calidad del sistema. Sabiendo que PISA pretende prescribir políticas educativas, advirtamos que las políticas que funcionan en un contexto no necesariamente funcionarán igual en otro diferente. Los ciudadanos debemos poner límites al gobierno educativo global que está apoyando PISA en términos educativos.
Gabriel Álvarez, investigador en el Grupo de Investigación Reconocido sobre Políticas Educativas Supranacionales de la Universidad Autónoma de Madrid (GIPES - UAM/PR020)