
Los intentos desesperados por mejorar la suerte en el último momento gracias al ingenio traducido en 'chuletas' son parte consustancial de la vida del estudiante. Tatuadas en bolígrafo, bajo la falda o en la mano. El mítico 'cambiazo' en folios oficiales. Los exámenes finales de muchos universitarios son esta semana. Algunos conocen el espíritu de sacrificio. Otros, el arte de copiar.
La fisonomía del plagio ha cambiado por culpa de las nuevas tecnologías, aunque todavía queda mucho de tradición. Ahora se llevan las retransmisiones por pinganillo y las grabaciones de historia en mp3. Las chuletas, en lenguaje SMS.Las horas para comprimir una asignatura en un boli o tatuarse en el cuerpo la lección suelen funcionar muy bien entre el elevado porcentaje de estudiantes tramposos que circulan por las aulas.
Casi la mitad ha copiado
Según el último estudio sobre ciberplagio y prácticas deshonestas elaborado por la Universidad de las Islas Baleares el 44 por ciento de los chavales ha utilizado chuletas alguna vez. Aunque ocho de cada diez estudiantes lo ven como una práctica reprobable, lo siguen haciendo. Cada vez con técnicas más avanzadas. Tanto, que hay universidades, como la Autónoma de Madrid, que se han visto obligadas a instalar inhibidores de frecuencia para evitar, al menos, el uso de aparatos electrónicos en esto del arte de copiar.
Un profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense reconoce que cada vez es más difícil frenar determinadas prácticas. "Te puedes poner en la puerta y decir que dejen los bolsos en el pasillo, pero no los vas a registrar uno a uno. No somos policías. Si los pillas copiando, les quitas el examen, los suspendes y ya está. Pero si no los coges, pues mala suerte". Carlos, estudiante de la misma facultad, explica que en el último parcial que tuvo se grabó una lección en el mp3 y no tuvo más que escucharla. "Es genial", dice con tono triunfal. A lo que añade: "Si supiera que esto me va a servir de algo en un futuro. Pero es que sé que no va a ser así". La falta de practicidad de los estudios suele ser uno de los argumentos que aducen la mayoría de los copiones.
Mejores cosas que hacer
Otros, los más descarados, afirman que tenían mejores cosas que hacer antes que estudiar. Luego, en cambio, reconocen que como han estado haciendo chuletas rústicas ("copiándolo en una hojita y vas que chutas") han acabado aprendiéndose la lección. Otros jamás se la aprenden y tampoco hacen chuletas. Son los que copian a los copiadores. Así, según el informe balear, el 47 por ciento de los jóvenes afirma haber copiado a un compañero. Y un 71,6 ha permitido que otro le copie. Menos común es suplantar personalidades, que sólo llega al 2,3 por ciento, o hacer uso de dispositivos (4,29 por ciento) como el pinganillo, que ahora se pone de moda en nuestras universidades. Dicho aparatito tiene un sistema de funcionamiento muy sencillo. Sólo se necesita un cómplice.
Tras ver las preguntas y gracias a un micro instalado, digamos, en la manga de la camisa, se transmite al compinche la primera pregunta. Éste busca y sopla la respuesta, que será nítidamente recibida a través del pinganillo.
Las ventajas de jugar a ser James Bond en clase, si no te pillan in fraganti, son considerables. El examen puede salir impecable. Vamos, que en algún momento tendrás que decidir fallar para que la perfección no sea tanta. Pero la carestía del aparato hace que los jóvenes no puedan adquirirlo con tanta facilidad como quisieran. Continúan, por tanto, con sus chuletas. Ayudados, eso sí, por Internet. A la ya conocida reliquia Rincón del Vago se suma la novedosa Xuletas.com, una web donde hay todo tipo de chuletas.
La novedad, como no podía ser de otra manera en estos cibertiempos, es que la mayoría, para que sean más comprimidas, estén en lenguaje SMS. Ocupan menos. ¿Comprensibles? Seguro que si las caza un profesor no sabe de qué le están hablando.