
Buscando información sobre Burdeos, lo más probable es encontrar experiencias relacionadas con enoturismo: visitas a viñedos, catas, tratamientos de vinoterapia... Sin embargo, el casco histórico bordelés -a veces eclipsado por el prestigio de sus vinos- tiene mucho que ofrecer, hasta el punto de que en el año 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Las cifras hablan por sí solas, ya que se estableció un sector protegido de 150 hectáreas, en el cual se reconocían hasta 347 edificios. Por eso, un viaje a la ciudad no debe durar menos de un día completo, e incluso dos si se quiere hacer algo relacionado con el vino.
Burdeos ya era importante en el medievo como lugar de paso de los peregrinos que iban a Compostela. Fruto de esa actividad se conservan muchas iglesias interesantes, como Saint-Pierre (siglo XIV) o Saint-Simeón (también del siglo XIV, aunque hoy es un cine). Y eso por no hablar de la catedral, una joya.
No obstante, la mayor parte de sus construcciones notables están relacionadas con el auge que experimentó la ciudad a partir del siglo XVIII, gracias al gran desarrollo de su puerto. Edificios como el espectacular Palacio de Rohan (hoy Ayuntamiento) o el imponente Gran Teatro (con sus características doce columnas) dan buena cuenta de ese esplendor.
En definitiva, Burdeos puede presumir de uno de los patrimonios arquitectónicos más importantes de toda Francia. Si a eso le sumamos sus deliciosos vinos y su clima mediterráneo, es difícil imaginar un viaje a la ciudad que no sea inolvidable.

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