Telecomunicaciones y tecnología

Telefónica 'renació' hace justo 3.000 días

César Alierta, presidente de Telefónica.

El pasado 25 de mayo se cumplieron justo 3.000 días de la operación que cambió la vida de Telefónica. Fue el 8 de marzo de 2004, fecha en la que el grupo español de telecomunicaciones acordó la compra de las 10 filiales latinas de la estadounidense BellSouth. Fue como un bigbang para la teleco, un movimiento cuya trascendencia ha ido multiplicándose con el paso de los años.

Pese a que fue el 1 de enero de 2005 cuando la transacción se formalizó oficialmente -una vez superadas todas las dificultades burocráticas y regulatorias en todos y cada uno de los países-, el día en el que Telefónica hizo suyo el actual mapa del tesoro fue aquel referido 8 de marzo, día de San Juan de Dios. El tiempo ha demostrado que la apuesta de Alierta en Latinoamérica fue determinante en el éxito empresarial de la mayor compañía española. Las principales magnitudes del grupo se sitúan al otro lado del Atlántico, con un peso creciente de un trimestre para otro.

Telefónica tuvo claro desde el principio que la compañía debía ser cada país en el que trabaja, de modo que la españolidad inherente de la multinacional debía perder todo ese protagonismo. En un entorno de marcas y negocios globales, la operativa diaria se tornó multidoméstica. 23 años de conviviencia Las sinergias culturales, históricas y lingüísticas resultaron fundamentales para que la empresa española probara suerte en el continente hermano hace ahora 23 años. La historia de Telefónica inició su particular conquista de América se remota a 1989. Lo hizo con la entrada en Entel Chile, operadora que abría su capital a la inversión extranjera y que encontró en el operador español el socio perfecto para aquella aventura. El desembarco de la multinacional que entonces presidía Cándido Velázquez se producía a través de la participación en los incipientes procesos de privatización de las telecos de bandera de cada país, generalmente de la mano de socios locales.

Los 90 fueron especialmente activos de Telefónica al otro lado de Atlántico. Inició la década con su irrupción en Argentina, después en Venezuela (CANTV), Chile (Entel) y Puerto Rico (TLD). El caso de Chile resulta especialmente curioso ya que el grupo español inició su actividad en el país andino casi de rebote, puesto que se hizo con un paquete del 10 por ciento de CTC una vez que el adjudicatario inicial de las acciones (Bond Corporation) se declaró incapaz de cumplir los compromisos de inversión exigidos en el momento de la compra. Telefónica tuvo que esperar a 1993 para ganar la primera licencia de telefonía móvil en Colombia de la mano del Grupo Sarmiento, y un año después extendió su influencia en Perú, con su participación en la privatización de Entel y CPT Perú. En 1995, el grupo español apostó fuerte en el negocio de la televisión por cable en Argentina y Chile a través de socios locales especializados en esos mercados. La primera mitad de los 90 fueron años en los que Telefónica se convenció de que las virtudes de la internacionalización en Latinoamérica para diversificar su dependencia del mercado español. También comprobó la potencialidad del negocio de ultramar, en países cuyos habitantes seguirían los pasos que ya seguían los ciudadanos europeos en materia de comunicaciones fijas, tanto de corta como de larga distancia.

En 1996 se produjo un paso de capital trascendencia en la historia de Telefónica en Latinoamérica: la entrada en Brasil, a través de la privatización de CRT del Estado de Rio Grande Do Sul, con el 35 por ciento de las acciones. Pese a ese salto de calidad, la clientela de la teleco española apenas alcanzaba los 10,3 millones de accesos, de los que un millón correspondían a servicios de televisión y otro millón a abonados de móviles.

En 1998, el grupo español se hizo con el control de Telesp, la principal operadora brasileña, por 750.000 millones de las desaparecidas pesetas (5.518 millones de euros actuales). Otro hito en la historia de Telefónica y Latinoamérica se produjo en enero de 2000, con la puesta en marcha de la denominada Operación Verónica. Consistió en una ofensiva por la que Juan Villalonga, entonces presidente del operador, lanzó ofertas públicas de adquisición (opas) por la totalidad de las brasileñas Telesp y Tele Sudeste Cellular, Telefónica de Argentina y Telefónica de Perú con intercambio de acciones de la matriz. En octubre de 2000, ya con César Alierta al mando, Telefónica puso el primer pie en México con la compra de cuatro operadores de telefonía móvil participadas por Motorola: Bajacel, Movitel, Norcel y Cedetel.

El impulso de Alierta

Durante los primeros años del nuevo milenio, Telefónica fue creciendo al otro lado del Atlántico aprovechando todas las oportunidades que surgían en los principales países de la región. Fueron años en los que Telefónica fue ganando músculo y presencia a pasos agigantados.

El goteo de compras se rompió un 8 de marzo de 2004, cuando el operador deslumbró a propios y extraños con la compra de las filiales latinas de la estadounidense BellSouth. Fueron diez operadoras en otros tantos países diferentes, las que de un día para otro pasaron a pertenecer a Telefónica a cambio de 5.850 millones de dólares. La conquista se emprendió, de forma simultánea en Venezuela, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Panamá, Perú, Guatemala, Uruguay y Nicaragua. Todas ellas aportaban 13,1 millones de clientes y unos ingresos de 2.282 millones de dólares (1.748 millones de euros) al cierre del tercer trimestre de 2004. En la actualidad, esos mismos mercados contribuyen al grupo con 107,8 millones de accesos (un 723 por ciento más que hace ochos años) y unos ingresos de 3.333 millones de euros (el 90 por ciento más).

La apuesta de Telefónica por Brasil se ha convertido en unas de las claves de la prosperidad empresarial de la teleco española. La compra de la participación de Portugal Telecom en la sociedad que controla Vivo, líder del operador de móvil del mayor mercado de telecomunicaciones de Brasil, junto con su reciente integración en Telesp, aportan al grupo un potencial de negocio y de crecimiento sólo alcanzable en mercados como China o India. Por ese motivo, Telefónica consideró estratégica la compra del 50 por ciento en poder de su socio ibérico hace ahora casi tres años.

Al cierre del primer trimestre del año, Telefónica disponía en Brasil de 77,6 millones de accesos (62 millones de telefonía móvil) y amasó unos ingresos de 3.600 millones de euros. Para los amigos de las comparaciones, la cifra de negocio en el mismo periodo de Telefónica España apenas fue de un 7,6 por ciento superior a la brasileña, con un total de 3.899 millones de euros. De la misma forma, los accesos de Telefónica en España alcanzaron los 44 millones de líneas hasta finales del pasado marzo, el 43 por ciento menos que los registrados en Brasil.

El 'boom' de los 'smartphones'

Trimestre tras trimestre se comprueba la pujanza de Brasil y Latinoamérica en las cuentas de la compañía. El impulso se debe al desarrollo vertiginoso de la telefonía móvil en aquellos mercados, así como por la vigorosa adopción de la banda ancha móvil y las ofertas integradas de telecomunicaciones.

La popularización de los smartphones permite presuponer un futuro espléndido para los negocios de datos en movilidad. Según datos del operador referidos a Latinoamérica, "los accesos de banda ancha móvil se han duplicado en el primer trimestre del año respecto al mismo periodo de 2011 y alcanzan 18,6 millones, lo que representa una penetración del 11 por ciento sobre la base de accesos móviles del operador". Asimismo, la demanda de smartphones triplicó la base de marzo 2011.

Durante el primer trimestre del año, Telefónica celebró un récord histórico en el volumen de captación de clientes, algo meritorio ya que los niveles de penetración en la región rozan la saturación, con porcentajes del 122 por ciento en Latinoamérica. Pese a ello, el crecimiento interanual de los accesos asciende al 11 por ciento en el trimestre, lo que supone el cuarto trimestre consecutivo de crecimiento de la base de clientes. Por todo lo anterior, el grupo alcanza los 205 millones de accesos en la región, el 66 por ciento del total. Es decir, dos de cada tres líneas de Telefónica ya se encuentran al otro lado del Atlántico.

Las expectativas de futuro son especialmente favorables ya que el grupo español tiene claro que la madurez y los altos grados de penetración de los servicios registrados en Europa se replicarán más pronto que tarde en Latinoamérica.

Riesgo del continente

La expropiación de activos de empresas españolas en Latinoamérica, como los recientes casos de YPF en Argentina y Red Eléctrica en Bolivia, no parece desvelar a Telefónica. El grupo cuenta con dos grandes motivos para espantar que cualquier efecto cadena golpee su negocio en los países en los que existe mayor inseguridad jurídica. El primero guarda relación con el alto compromiso inversor que la firma española tiene en toda la región, de forma que en los últimos años se ha convertido en una de las principales potencias extranjeras en el continente en cuanto a inversiones, con más de 90.000 millones destinados en esos países. Asimismo, los estados receptores de esas millonadas son conscientes del factor dinamizador que las telecomunicaciones representan en el desarrollo de la actividad económica y productiva.

Por otra parte, Telefónica mantiene relaciones cordiales con los gobiernos en todos los mercados en los que realiza su actividad, hasta el punto de que la compañía no se percibe como una firma extranjera, en buena parte por la fuerte implicación del grupo en cada uno de los mercados locales. Pese a todo lo anterior, la multinacional sufre sus particulares pesadillas en Venezuela, donde durante años no ha podido expatriar los dividendos obtenidos en aquel mercado, con 2.300 millones de euros aún pendientes de consolidar en el grupo.

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