
No es la primera vez que Uber, la aplicación de transporte privado que ha destartalado la industria del taxi en medio mundo, ha generado fuertes polémicas sobre su forma de funcionar. Los políticos de varios países ya se han puesto manos a la obra para frenar los pies de una compañía que podría valer más de 10.000 millones de dólares y cuenta entre sus inversores con el fundador de Amazon, Jeff Bezos.
Sin embargo, el hecho de que el directovo de la compañía, Emil Michael, considerase gastar millones de dólares para reclutar a un grupo de investigadores que sacasen los trapos sucios de los periodistas que critican las operaciones de Uber ha destapado la caja de Pandora a este lado del Atlántico. Ben Smith, de Buzzfeed, era el encargado de sacar los colores a la empresa mientras periodistas como Sarah Lacy, de PandoDaily, y Ellen Cushing, de San Francisco Magazine, confirmaban haber sido a amenazadas por varios empleados de Uber. El chantaje, entre otros menesteres, estaba en analizar todos y cada una de las rutas tomadas por ambas al utlizar este servicio.
Recientemente, el británico The Guardian desvelaba como la aplicación Whisper espiaba a usuarios anónimos, incluso aunque estos desactivasen los servicios de localización. Según el rotativo, parte de la información ha sido compartida con distintas agencias de Estados Unidos mientras todos los datos de sus usuarios han sido almacenados en bases de datos.
Estos escándalos ponen de manifiesto que en un momento en que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) se ha perfilado como el espía por excelencia de los ciudadanos, antes de que Edward Snowden destapase estos hechos, el verdadero problema está en las grandes, y no tan grandes, compañías de Silicon Valley. Compañías como Google o Facebook serían capaces de encontrar cualquier tipo de información comprometida sobre sus usuarios, pero esta tentación debería eliminarse mediante regulaciones de privacidad aún más severas.
Dicho esto, vacas sagradas como las dos compañías previamente mencionadas, además de otras como Amazon o Apple, velan, o al menos así lo afirman, por la privacidad de sus datos. Los problemas llegan de la mano de startups como Uber, donde parece que el poder del dinero ciega a sus directivos a la hora de enfrentar las críticas, un modelo que no debería extenderse por Silicon Valley o, de lo contrario, más de uno se vería en una situación comprometida debido a la información personal en manos de estas compañías.