
Lo de buscar talento hasta debajo de las piedras se ha convertido en una especie de escalada entre las compañías de Silicon Valley. En un mercado de trabajo donde la innovación es continua, las empresas buscan a sus futuros empleados antes incluso de que alcancen la Universidad.
Es el caso de LinkedIn, que hace ya dos años que celebra su programa de becas para estudiantes de instituto, o de Airbnb que ya usa a becarios de apenas 16 años de edad.
Facebook, por su parte, presumió el pasado año de haber ido a buscar hasta la misma puerta de su casa a Michael Sayman, un adolescente de 16 años que lleva desde los 13 llevando dinero a casa con las aplicaciones móviles que desarrolla.
Para muchos, no se trata tanto de seguir los pasos de Nick D'Aloisio, a quien Yahoo convirtió en millonario con sólo 17 años tras comprarle Summly, como de disfrutar de una experiencia con la que han soñado mientras tecleaban código: la de compartir espacio con los programadores de la élite mundial.
Cuando termina el verano, estos adelantados vuelven a sus casas con cantidades de dinero en el bolsillo que en muchos casos superan el salario medio mensual estadounidense (de 6.000 dólares hacia arriba) y a menudo la oportunidad de reengancharse más adelante.