
El oceanógrafo y arquitecto francés Jacques Rougerie está aún muy lejos de hacer que su sueño de construir una nave que sirva para explorar los océanos, al estilo de la televisiva Sea Quest se haga realidad. Su campaña para financiar la SeaOrbiter recaudó casi 500.000 dólares pero se quedo córta por unos 47 millones de dólares.
Mientras sigue buscando inversores a los que convencer, Rougerie presenta a cualquiera que esté interesado en acompañarle en sus sueños los bocetos de la nave, un monstruo de 58 metros de altura (31 de los cuales están situados bajo la línea de flotación) que desplaza 550 toneladas de agua y que podría navegar de forma perpetua, sin necesidad de parar a repostar.
La idea es usar el SeaOrbiter como una especie de nave de exploración científica, que sirva no sólo para conocer mejor los océanos sino también para divulgar su riqueza medioambiental.
Entre el equipamiento que Rougerie pondría a disposición de una triuplación de unas 20 personas estarían laboratorios de investigación, un observatorio submarino, e incluso un módulo para encerrar a seres humanos durante años bajo el agua y simular así algunas de las condiciones de los viajes espaciales.
Respecto a su propulsión, en realidad la idea es que el SeaOrbiter se deje arrastrar a la deriva por las corrientes oceánicas.
En las escasas ocasiones en que tuviese que encender sus dos motores, éstos se alimentarían a partir de los dos generadores eólicos montados en la parte superior de su peculiar casco vertical y, cuando fuese estrictamente necesario, por biocombustibles.
Tal como recuerda The Verge, si Rougerie lograse sumar las decenas de millones necesarios podría tener lista la nave en 2016 para recorrer el 95% de los océanos a los que el ser humano aún no ha tenido acceso.