
Au revoir France Télecom. No habrá fiestas, ni discursos ni nada fuera de lo normal. A simple vista, hoy será una jornada como cualquier otra en la empresa. Sin embargo, este 1 de julio se recordará en la compañía como la fecha en la que gigante galo de la telefonía cambió su denominación. Tras 25 años identificándose como France Télécom, la multinacional atenderá ahora únicamente por Orange, la marca comercial que ha utilizado durante buena parte de este siglo.
Hay que remontarse a 1998, cuando el monopolio francés de las telecomunicaciones se bautizó como France Télécom, siendo de titularidad estatal y enmarcada en el Ministerio de Correo y Telecomunicaciones. En 1990 entró el capital privado de forma parcial en el operador y en enero de 1998 se abrió a la competencia, en sintonía con procesos similares en otros países.
Pero hay que esperar a 2000 para tener registro de la marca Orange, tras la compra del operador inglés de ese nombre. Poco después, la empresa se tatuó Orange como nombre de batalla comercial, reservando France Télécom como identidad corporativa del grupo, a efectos oficiales y bursátiles. Y ese último detalle es lo que hoy se borra para siempre con una novedad aparentemente cosmética y protocolaria. En cualquier caso, la nueva etapa coincide en un momento muy relevante para la historia del operador. Orange tiene en el horizonte un paquete de ambiciosos retos, todos ellos fijados para 2015, ejercicio en el que el grupo de telecomunicaciones confía en ganar peso en el concierto europeo y mundial del sector.
En el caso de España, por ejemplo, Orange prevé alcanzar el segundo puesto del ranking español de telefonía móvil, por delante de Vodafone. En otros países, las exigencias de la firma gala vienen a ser similares, en función de las características de cada mercado.
Con 170.000 empleados, ingresos de 45.515 millones en el último ejercicio y una capitalización bursátil próxima a los 19.600 millones de euros, Orange es uno de los principales referentes en todos los mercados en los que opera. Ahora encara una fase de exigentes apuestas en fibra óptica y telefonía de 4G, en un entorno regulatorio poco favorable para la inversión. Entre otros detalles, la Comisión Europea propone suprimir el roaming en suelo europeo, lo que obliga a rehacer los planes de negocio realizados hasta la fecha.
Las últimas semanas han resultado tormentosas para la compañía por la imputación de su presidente y primer ejecutivo, Stéphane Richard, en un presunto caso de estafa en banda organizada en el asunto Tapie. El directivo luchará en los tribunales por una serie de cargos que considera "infundados e infamantes", según sus palabras.
El próximo lunes, 8 de julio, Richard visitará Madrid para presidir el alumbrado de la red de 4G en España. El operador ha querido revestir el acto de la máxima solemnidad para destacar la importancia estratégica de las inversiones en las redes móviles de nueva generación.