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Adolfo Barnatán: "No hay que ser muy obtuso en casi nada, ni siquiera en el arte; hay que dejar que las cosas broten"

  • Entrevista con el escultor Adolfo Barnatán (París, 1951)
  • Su obra artística recorre los estilos, materiales y formatos más diversos
  • Fue uno de los artistas invitados al 40 aniversario de la Constitución
Recorte de la foto original de la fotógrafa Carmen Ballvé.
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El arte por encima del tiempo, por encima de las formas, las modas y las dictaduras; por encima del dinero. El arte como espirales que confluyen y se funden como veredas astrales que no parecen tener fin ni principio, universo mágico que, aparentemente, solo es un papel hecho jirones. La obra artística de Adolfo Barnatán (París, 1951) recorre los estilos, materiales y formatos más diversos, pero mucho antes de que este escultor, pintor y dibujante rindiese tributo a su esposa Constanza, su musa, con sus Constelaciones; antes de las tallas egipcias de madera y granito y las pinturas de lágrimas en acrílico, antes incluso de los primeros dibujos a plumilla con los que se presentó en la escena artística madrileña hace ya cinco décadas; antes de todo eso, estaban los Papeles Rotos, aunque por entonces no tuvieran ni nombre.

"Ya con tres años, sin querer, estaba haciendo arte", explica Barnatán acomodado en uno de los sillones de su exquisito y casi mágico estudio en el madrileño barrio de Chamberí: "Empecé a romper papel dándole una forma determinada. Hoy lo sigo haciéndo igual. Mucha gente romperá papeles, pero así es como lo hago yo. Es mi forma. Es mi arte".

Adolfo Barnatán. Fotografía: Carmen Ballvé

Adolfo Barnatán. Fotografía: Carmen Ballvé

Da igual que hable sobre sus primeros escarceos artísticos, sobre cómo le fastidió el traslado de su familia a España diez años antes de la muerte de Franco -"No entendía por qué me reprendían en la escuela por hablar de democracia"-, o sobre las muchas y poderosas amistades que ha ido labrándose a lo largo de los años; hable de lo que hable, Adolfo Barnatán lo hace siempre con pasión y un cierto brillo juvenil en la mirada. Tal vez porque sigue conservando muchas de sus ilusiones adolescentes, como la de sentirse eternamente enamorado de la vida, o el mero placer de pasear por el Museo del Prado -"La mejor escuela de arte del mundo"-, dejando transcurrir las horas en la sala de uno u otro pintor.

Además del arte, otra de sus pasiones han sido siempre los negocios. Ya a los 17 años, tiempo antes de conocer a Elena Benarroch y montar juntos una familia y una de las tiendas y marcas de referencia del Madrid de los 80, puso en marcha su primer negocio de venta de pieles al por mayor. Y es una suerte que Barnatán haya tenido siempre instinto para el business, porque ya desde niño comprendió que comerciar con el arte es una trampa peligrosa: "El arte es algo extremadamente puro, y si quieres vivir de él terminas en la formulita que funciona, que podían haber sido mis Papeles Rotos. Pero no, hay que evolucionar".

"El arte es algo extremadamente puro, y si quieres vivir de él terminas en la formulita que funciona, que podían haber sido mis Papeles Rotos. Pero no, hay que evolucionar".

Y él lo ha hecho, desde luego, ha ido creciendo como persona, como empresario y como artista al tiempo que era testigo activo de excepción de la madurez de la democracia española. Adolfo Barnatán está tan ligado a ella que fue uno de los artistas invitados a participar en el reciente 40 aniversario de la Constitución.

La influencia de Papu, como le llaman cariñosamente sus amigos, entre la beautiful people, queda de manifiesto en la colorida lista de invitados que suele darse cita en sus eventos -desde Felipe González a Juan Gatti pasando por Juan Luis Cebrián-, o anécdotas como las dos esculturas que Zapatero le pidió para decorar el comedor de la Moncloa, las mismas que Pedro Almodóvar le solicitó para una de las escenas de Los abrazos rotos. "La política está ahí, puede haber mejores y peores profesionales de ella. Yo tengo mis ideas, pero hay que respetar y saber ver cuándo alguien lo hace bien, más allá de tus preferencias", reconoce desplegando sus largos brazos, y añade: "Por eso no hay que ser muy obtuso en casi nada, ni siquiera en el arte; hay que dejar que las cosas broten. Y cuando brota algo, a veces ni lo entiendes: '¿Por qué esto haciendo justamente esto?', te preguntas de pronto. Ni idea. Pero lo haces, porque lo sientes así".

"La política está ahí, puede haber mejores y peores profesionales de ella. Yo tengo mis ideas, pero hay que respetar y saber ver cuándo alguien lo hace bien, más allá de tus preferencias".

Se considera afortunado de vivir en un país en el que basta con salir a dar un paseo "para encontrar arte de la manera que te dé la gana. Aquí siempre se ha dado la creación de una manera que no se conoce en tantos países. Remóntate a Goya, sigue con Velázquez, Murillo, El Greco...". Y entre esos grandes, naturalmente, también está Adolfo Barnatán, incluso en el Reina Sofía, aunque a él le haya llevado 20 años enterarse: "Hace poco vino un hombre, restaurador de ese museo, que tenía una cosa de Warhol que quería repasar. Hablamos y le comenté que no entendía cómo todos mis amigos tenían obra en el Reina Sofía y yo no. Al día siguiente me mandó al móvil la foto de un cuadro mío que me habían comprado hace muchos años: 'Adolfo, estás, desde el año 99', me dijo. ¡Ya ves qué sorpresa!". Su última pieza ha nacido durante el confinamiento, no sabe bien qué representa, pero sí que seguirá trabajando sobre ella en otros formatos y materiales. Siempre fiel al primer impulso. Hasta que un día se le revele su significado. O no.

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