
No tiene otra definición. Una auténtica exageración por parte de los concejales que gobiernan Madrid en la actualidad, y de los que la gobernaron hasta hace unos meses, que dispusieron estas medidas que ahora se aplican.
Madrid ha soportado niveles de contaminación mucho peores que los de estos días, sin ir más lejos, los que soportará con un cuadro anticiclónico como el actual cuando las calefacciones estén a pleno rendimiento en lo más crudo del invierno. Para entonces, ya estaremos avisados de lo que ocurrirá, no nos cogerán por sorpresa la improvisación y el caos comunicativo de esta semana negra para los ciudadanos de la capital.
Una medida de semejante alcance para la vida diaria de los vecinos de una mega urbe no puede anunciarse a las once de la noche por Twitter. Y mucho menos, si la primera edil de la ciudad acaba de explicar en una cadena de radio que se levantan las restricciones aplicadas a la velocidad en los accesos y el tercer cinturón. Cientos de miles, millones de rutinas diarias de transcendental importancia son alteradas sin suficiente difusión, con un perjuicio no cuantificable más que de una manera: en los votos que los partidos que sustentan al equipo de gobierno reciban en las próximas citas electorales.
De momento sólo podemos concluir que fueron los votos de los mismos ciudadanos ahora atropellados los que pusieron donde están a los gobernantes municipales, y eso no cambiará hasta el último domingo de mayo del año 2019. O sí.
En el primer día de reducción de la velocidad en la Calle 30 y las carreteras de entrada a Madrid la contaminación sólo bajó un 1%, y la alerta volvió a dispararse como era lógico esperar. Pero los conductores no dejaron el coche en casa, seguramente porque la mayoría de ellos no pueden hacerlo por las particularidades de sus trabajos o su actividad diaria.
En la segunda jornada, ya con las restricciones ampliadas y los mismos atascos de cada viernes, el efecto ha sido más evidente en el caos a la hora de estacionar los vehículos: los estacionamientos colapsados, las empresas propietarias haciendo caja con regocijo, y las aceras donde podrían estar parados y sin contaminar cientos de miles de coches vacías. Para que baje la contaminación se ha prohibido la mejor forma de conseguirlo: que los coches estén apagados y sin moverse.
Otro tipo de empresas que harán su agosto con este noviembre primaveral son las de recursos de multas, que tendrán recaudación récord asesorando a los conductores que puedan o quieran plantar batalla ante esta brillante idea del consistorio. El mismo ayuntamiento que, suponemos, hará la rebaja oportuna en el impuesto de circulación que abonan los automovilistas como compensación a las prohibiciones que se imponen para usar el coche privado. Es un contrasentido tan grande como el que permite a nuestro sistema autorizar la venta de automóviles que pasan todos los controles necesarios para circular, y prohibir luego que circulen porque contaminan demasiado. Te animan a comprar un coche y luego te limitan su uso porque es nocivo.
Como las medidas aplicadas son políticamente transversales y reflejan la acción de dos gobiernos de colores políticos diferentes y hasta antagónicos como los de Botella y Carmena, no hay sospechas sobre la crítica. Da igual qué partido haya aprobado la
prohibición de que se aparque en la ciudad, porque la decisión es desastrosa la adopte quien la adopte. ¿Para cuando esperamos la prohibición de que funcionen industrias que contaminan? No estará lejos.