La coalición de centroizquierda noruega perderá sus ocho años de control al poder esta semana y la economía podría verse afectada negativamente por los cambios en política fiscal e inmigración. Los noruegos están tranquilos pero aciertan al percibir los peligros de la complacencia en pleno auge de los recursos foráneos y el sector inmobiliario nacional, con una corona fuerte que amenaza con contraer el "mal holandés" o un ahuecamiento de la industria por las ganancias monetarias que erosionan la competitividad. Ambas amenazas para la economía han sido los grandes temas de los pronósticos trimestrales previos de RGE. Motivos aparte, el viraje sísmico no se debe a que los ganadores electorales sean conservadores, que ya habían gobernado antes. La nueva dinámica se deberá a la fuerte presencia del populista Partido del Progreso, nada progresista y basado en el rechazo a la inmigración y la voluntad de gastar la inversión del fondo de riqueza soberana noruega (SWF). Si se elimina sin cuidado el techo de gasto del 4% del SWF y se diluyen los frenos macroprudenciales a la vivienda, la burbuja inmobiliaria podría inflarse más (se calcula que los precios son un 30-40% demasiado altos).
Por David Nowakowski.