Pese a las últimas mejoras del crecimiento y la confianza, seguimos siendo pesimistas sobre el futuro de la Eurozona, aunque pasemos por alto los riesgos políticos en el horizonte (empezando por Grecia) y descartemos el riesgo para la actividad inversora a medio plazo de unas reformas estructurales insuficientes en algunos países. La periferia se enfrenta a un panorama lúgubre de la demanda, sobre todo por la falta de capacidad del banco central para encarrilar a las economías nacionales por el camino del crecimiento nominal. Otros factores que asolan la región incluyen la dinámica perversa de los tipos de interés en una unión monetaria (los tipos reales suelen ser máximos donde deberían ser mínimos y viceversa), menos oportunidades de ganancias adicionales en el crecimiento exportador, una política fiscal restringida y la concentración del BCE en la estabilidad de los precios en lugar del crecimiento.
Por Christian Odendahl, Jennifer Kapila, Brunello Rosa, Dayna Goodwin e Ibrahim Gassambe.