En el día de hoy, Croacia ha sido oficialmente admitida como miembro de la Unión Europea, poniendo punto final a 10 años de dificultosas negociaciones de ingreso. El acceso a 11.000 millones de euros en fondos estructurales entre 2014 y 2020, los beneficios comerciales y el posible aumento de la inversión extranjera podrían dar un impulso a una economía tambaleante orientada hacia el turismo, la cual atraviesa su quinto año de recesión con una tasa de desempleo en torno al 20%. No obstante, la subida de las primas de riesgo y el final de la bonanza crediticia que impulsaron el crecimiento antes de la crisis de 2008 intensifican la importancia de introducir reformas estructurales para reclamar los beneficios de la pertenencia a la Unión Europea y reducir la diferencia de ingresos con el resto de países de la UE. El aumento de los costes laborales, la corrupción, la burocracia y la discontinuidad del modelo de crecimiento ponen de manifiesto la imperiosa necesidad de reformas. Dado que Bruselas ya no tiene ninguna influencia sobre las políticas de sus miembros más recientes, el impulso para el cambio deberá correr a cargo de la élite política croata.
Por Jelena Vukotic.