La campaña electoral provincial de Irak, antes de los comicios del 20 de abril, ha llevado a los candidatos a aprovecharse de las tensiones sectarias, buscando resaltar las divisiones y aumentar su relevancia para conseguir votantes en sus grupos étnicos y religiosos en vez de centrarse en las vulnerabilidades económicas. Las elecciones no van a cambiar mucho el panorama político seguramente, en particular porque los partidos de la oposición han sido más vulnerables a la violencia política. Aun así, podrían servir de anticipo a los comicios federales previstos el año que viene (aunque el primer ministro podría tener incentivos para aplazarlos). Estaremos atentos a la participación, sobre todo en las zonas predominantemente suníes (una caída brusca de los votantes sugeriría un boicot a las elecciones por la desilusión con el sistema) y posibles pasos hacia la descentralización de los ingresos petrolíferos de Basra u otras zonas occidentales. Irak seguirá con un crecimiento fuerte del 7-8% este año y el próximo probablemente pero el enfoque del gobierno en la estabilización y el control no augura nada bueno para sus objetivos de aumentar el gasto en infraestructuras, incluidas las necesarias para seguir elevando la producción de petróleo.
Por Rachel Ziemba