Esta semana, Saud bin Nayef, hijo del anterior príncipe heredero Nayef, fue nombrado gobernador de la agitada Provincia Oriental, de mayoría chiíta y rica en petróleo, tras la renuncia de su predecesor debido en parte a las incesantes protestas, mientras que su hermano, el ministro del interior Mohammed bin Nayef, comenzó la semana asistiendo a una reunión en el despacho oval con el presidente Barack Obama. Los problemas sucesorios en Arabia Saudí siguen siendo un posible factor de tensiones de gran importancia para la región de Oriente Medio y Norte de África y los mercados petrolíferos a nivel mundial y, aunque no sea nada más que eso, dichos nombramientos sugieren la existencia de un elemento de continuidad en estos dos cargos clave para la estabilidad nacional. Aunque es probable que la línea sucesoria inmediata se siga desarrollando entre octogenarios, la presencia de estos jóvenes líderes podría ser un motivo de estabilidad, suponiendo que sean capaces de equilibrar los objetivos de seguridad y desarrollo económico. Las primeras evidencias sugieren que estos nuevos líderes apoyarán el lento proceso reformista de carácter personal defendido por el rey Abdullah, aunque tal vez sea difícil evitar las impopulares represiones que supuestamente han provocado la caída del anterior gobernador de la Provincia Oriental.
Por Rachel Ziemba.