Los bancos centrales siguen apostando que los participantes en el mercado creen que es el dinero el que hace girar al mundo, en lugar de los efectos multiplicadores (ya sean multiplicadores fiscales o crediticios/monetarios) en sus incesantes esfuerzos reflacionistas con dinero gratuito. El compromiso de los bancos centrales para evitar el desastre y la contabilización de los riesgos extremos es muy valioso, y puede limitar la caída si se trata realmente de una inyección de refuerzo permanente. Pero existen cosas que ninguna cantidad de dinero puede comprar, y ello justifica una exposición defensiva sectorial, geográfica y en lo que respecta a las clases de activos. Por lo tanto, seguimos encontrando el valor más alto en las exposiciones más seguras y con mayores rendimientos en las regiones mejor protegidas. La razón general radica en la opinión que mantenemos desde hace mucho tiempo de que el mundo se enfrenta a problemas estructurales y de solvencia, más que de liquidez, y que el fallo del mercado ha sido el auge del crédito, no la depresión.
Por el equipo de estrategia macroeconómica de RGE.