La deuda pública se ha utilizado en todo el mundo para evitar el colapso financiero, ayudar al saneamiento de los balances y estimular la recuperación, pero la deuda pública no puede sustituir totalmente al exceso de deuda privada sin causar perjuicios al crédito público. Al mismo tiempo, los países acreedores y los ahorradores desean restringir el crédito oficial, aun a riesgo de socavar la recuperación global: una falacia de la composición. La falta de coordinación puede dar al traste con la frágil recuperación, fragmentar todavía más las finanzas globales, poner en peligro el libre comercio y precipitar el reequilibrio mundial de forma desordenada. Para los inversores, esto dificulta la construcción sus carteras: el rendimiento superior idiosincrásico es cada vez más difícil de aislar, y descartar clases de activos para diversificar el riesgo, gestionar la volatilidad o generar un diferencial de rendimiento puede resultar imposible si la política agrava los elevados riesgos de eventos extremos en lugar de atenuarlos.
Por Arnab Das.