La Eurozona se enfrenta a la madre de todas las crisis, la sucesión de tímidos pasos hacia una mayor integración se enfrentan a las fuerzas centrífugas de las políticas que promueven la fragmentación financiera, la balcanización bancaria y la nacionalización de la deuda. La implacable lógica de la UEM exige hacer frente a la patata caliente de la economía política en la Eurozona, en la que todas las políticas son nacionales o locales, ni siquiera algo parecido a "zonales": los ciudadanos y gobiernos de la Eurozona deben subordinar sus limitados intereses propios en aras del bien común, aceptar la movilidad y la flexibilidad laboral, la pérdida de puestos de trabajo, la inseguridad social y la emigración a lo largo de toda la Eurozona, así como ceder su soberanía nacional en lo referente a los presupuestos y a la regulación y propiedad de los bancos y corporaciones domiciliados. La retórica en la última cumbre del G20 refleja el aumento de la frustración que supone que todo el mundo se vea afectado por las decisiones tomadas por y para la Eurozona, pero que su influencia sea mínima o inexistente. Debido a los motivos expuestos en nuestro diagnóstico, y a las dificultades para poner en práctica la solución, la crisis en la Eurozona es una característica de diseño de un concepto mal concebido, no un problema aislado, y esta situación debería prolongarse durante un futuro próximo.
Por Arnab Das.
