Está claro que la Eurozona no reúne las mejores condiciones para ser una zona monetaria óptima: no existe unión política ni fiscal, ni sincronización de los ciclos económicos, y la movilidad laboral en la zona y la flexibilidad de los precios y los salarios son mucho menores de lo que sería deseable. Aunque con el tiempo la integración financiera en la Eurozona ha traído consigo una mejora del reparto del riesgo en los mercados de capitales, la actual balcanización del sector bancario en toda Europa probablemente reduzca la capacidad del canal de los mercados de capitales para reducir los riesgos a lo largo de la unión monetaria. Sin una mayor integración, jamás habrá una zona monetaria óptima ni sostenible en Europa. Este es un defecto de diseño fundamental que posiblemente los políticos de la Eurozona nunca sean capaces de solucionar: ahora mismo es necesario un mapa de ruta creíble hacia una mayor integración.
Por Christian Menegatti.