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A falta de Inem, buenos son los padres

Estos días le estoy dando vueltas al concepto de familia. No se asusten, que no me voy a servir de esta columna para hacer un cántico a la maternidad y contarles lo estupendos que son mis hijos. Que lo son, por cierto.

Digo que le llevo dando vueltas porque hace poco me contaron durante una entrevista que los españoles donamos poco a ONG -sólo un 14 por ciento- por razones culturales que son básicamente dos. ?La Iglesia, a la que se le ha canalizado buena parte de las ayudas, y la familia. Apoyamos a cualquier familiar ante una dificultad?, me contaba Patricia Roda, directora general de la Fundación Lealtad.

Tan importante es la familia que es la que nos está salvando de un estallido social.Me lo contó hace poco mi profesor de Finanzas, Pablo García Estévez. Ante la pregunta, ¿pero tú te crees las cifras del paro? Su respuesta fue rotunda: ?Si este país no ha estallado es por la familia, que es la que lo está soportando todo. ¿Os imagináis que en Estados Unidos llegaran al 15 por ciento? ¡Estarían pegándose tiros por las calles!?.

La familia. Ésa que no escogemos, a la que aguantamos día sí, día no y sobrevivimos en fiestas de guardar, es la que lo amortigua todo. Quizá es puro autoengaño, pero siempre me ha tranquilizado mucho pensar que, si estuviera a punto de acabárseme la prestación por desempleo, no me iba a faltar ?un plato de comida y un sitio donde dormir? (la frase no es mía, es de mi señora madre). A falta de Inem, buenos son los padres.

Si el millón y medio de familias que tienen a todos sus miembros en paro no se ha liado a tiros -tómenselo de forma literal, si quieren, que somos un país demasiado visceral- es, supongo, porque hay un vínculo tan fuerte que los une que están dispuestos a salir de ésta sin resquebrajar el vínculo. Porque recordemos que el 50 por ciento de los abuelos cuida de sus nietos todos los días con el ahorro de canguro que eso supone. O quizá el polvorín no explota porque están recibiendo ayuda de otro familiar al que el desempleo aún no ha llamado a su puerta. Vamos, que familia no hay más que una, y menos mal que hay.

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