Es fácil, demasiado añadiría, ponerse siempre de un lado y no ver que quizá las cosas no están tan claras. Con la reforma laboral, y como ha apuntado el periodista Antonio Naranjo, algunos lo resumen con algo tan simple como una pelea "entre vagos y cabrones". El empleado, ése que solo piensa en escaquearse a la mínima y en tangar a la empresa. Y el empresario, siempre pensando en explotar y hacer sudar al oprimido con el único fin de engordar su colección de Rolex. Tópicos de los que somos incapaces de desprendernos.
Otros resúmenes de fácil digestión: el juez Garzón. Para unos, merecedor de una causa de beatificación exprés y perseguidor de las causas justas a las que nadie se atrevió a meterle mano. Para otros, el amigo de Felipe González, el ambicioso al que su ego y unas escuchas ilegales lo acabaron devorando.
Lo comentaba la periodista Marta Rivera de la Cruz sirviéndose de un símil futbolístico diciendo que es como si a Zidane no le hubieran sacado la tarjeta roja por el cabezazo a Materazzi. Sabemos que es un magnífico futbolista, pero había que sancionarle por esto. Lo siento, soy incapaz de resumirlo mejor. Y es fácil, demasiado fácil, el resumen de los incidentes en el Instituto Luis Vives de Valencia. Las imágenes revelan brutalidad policial, sí, pero no me parece normal escuchar a un estudiante decir que se van a incenciar las calles. Ni todos los policías son violentos frustrados ya los que pistola y porra les convierte en malas bestias ni los estudiantes son ovejitas luceras luchando por un mundo mejor. Se protesta, sí, pero no se convierte en un espectáculo de kale borroka. Se contine la revuelta, sí, pero no a base de palos y narices ensangrentadas.
Algunos me acusarán de tibieza, pero me resisto a tener opiniones implacables, inamovibles. Me siento bien entre dos aguas. El que lo tenga tan claro, que no me juzgue. Y cuando tenga tiempo, que me lo cuente.