La economía rusa, cuyo motor son las materias primas, sigue expuesta a las dificultades globales, especialmente a la bajada de los precios de las materias primas. El crecimiento continúa estando impulsado por el consumo, ya que el estímulo fiscal preelectoral provoca el aumento de los salarios reales y los ingresos disponibles. Sigue costando alcanzar una recuperación sostenida de la inversión fija, lo que limita la velocidad de crecimiento. Las presiones inflacionistas se han relajado, aunque volverán a aparecer en 2012. El banco central ruso, arrastrado por los riesgos cambiarios y la moderación de la inflación y el crecimiento, debería mantener invariable su tipo de interés de intervención principal durante el periodo de previsión, mientras utiliza otras herramientas políticas para recuperar liquidez.
Por Tetiana Sears y Rachel Ziemba.