Hace 80 años, en 1931, Gran Bretaña abandonó el patrón oro. Y algunas de las cosas que cuecen hoy nos recuerdan a entonces.
El Financial Times del 21 de septiembre de ese año explicaba que "el paso que se ha dado se debe solamente a las fuertes ventas de la libra por los extranjeros. Sus exagerados miedos han provocado la nueva situación". Además, se decían cosas como "un paso exclusivamente temporal, de ningún modo es una crisis, internamente, los acontecimientos del país continuarán con normalidad", etc.
El abandono de la paridad con el oro dio un estímulo muy necesario para la economía del país, pero extremó la presión para que los principales países que mantenían el patrón oro, Alemania y Francia, le siguieran. Ahora lo llamaríamos "riesgo de contagio". Alemania se mantuvo firme, pero Francia no, con lo que acabó dejando el patrón oro en 1936 en un movimiento muy criticado del Frente Popular de Léon Blum. El resto es, desgraciadamente, Historia.
Si venimos ahora al presente, vemos muchas oscuras similitudes en los dilemas actuales que afrontan los Gobiernos europeos. Poco antes de que comenzara la Unión Económica y Monetaria en 1999, el canciller alemán Helmut Kohl dijo que la moneda única era una cuestión de guerra y paz. Y tenía razón, según el columnista de MarketWatch David Marsh, al plantearlo en términos de lucha entre fuerzas binarias perennes en el alma alemana: inestabilidad y estabilidad, Este y Oeste, Polonia y Francia, América y Rusia, capitalismo y comunismo.
Pero ni siquiera Kohl pudo prever que la UEM, el mayor logro de Europa y el más vulnerable, degeneraría en una cuestión de vida o muerte política para su sucesora en la CDU, Angela Merkel. En un sistema monetario partido entre deudores y acreedores, Merkel es la única europea que puede determinar el destino de los 17 miembros del euro.
Curiosamente, su antiguo asesor económico y ahora presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, también plantea la UEM en un marco binario: ha dicho que o bien tiene que ir en la dirección de una unión fiscal en la que los estados miembros fusionan sus sistemas económicos y financieros en un marco mucho más sólido que los proteja de las turbulencias internas (lo que considera improbable), o bien la UEM se mantiene como una asociación laxa que afrontará la disciplina de los mercados financieros si no logra producir una convergencia económica. Lo cual puede tener duras consecuencias en aquellos estados que no logren mantener el ritmo de las economías más sólidas,
La prolongación lógica de los pensamientos de Weidmann es que los países que no alcancen el aprobado pueden impagar sus deudas o abandonar el euro. Estas advertencias quedan claras con Grecia que se arrastra bajo una austeridad cada vez más dura y al final autodestructiva decretada por la famosa troika. Como todo el mundo sabe, la deflación imposibilita que Atenas cumpla sus pagos de deuda.
Más costes que beneficios
Merkel considera que los costes de una reestructuración de la deuda griega, con su posible extensión a España e Italia, serían muy superiores a los beneficios. El problema es que Merkel está acuciada por problemas internos que le pueden costar el poder. Por un lado, se ha visto fortalecida por la cuasi-salida de su socio de coalición, el liberal FDP; por otro, está atrapada por la continua oposición del Bundesbank a las compras del BCE de deuda de los países díscolos, y sus sospechas de que este apoyo puede ser ilegal.
Un hito crucial en los próximos días será la decisión del parlamento alemán sobre la ampliación del fondo de rescate, el EFSF, que se creó en mayo de 2010 y va a aumentar su objetivo y su tamaño por una decisión de julio de este año, y al que cada vez hay más oposición en su propio partido. Con todas estas presiones, Merkel puede verse forzada a buscar el apoyo de los socialdemocratas y los verdes, algo que daría un respiro temporal a la UEM pero que puede adelantar las elecciones previstas para 2013.
Todo esto nos devuelve al patrón oro. En 1931, el conservador Reichsbank, el antecesor del Bundesbank, se opuso ferozmente al abandono del patrón por los británicos sobre la base del riesgo de contagio, unas advertencias que resultaron acertadas. Su sucesor ocho décadas después, Weidmann, parece haber adoptado una postura más flexible que no descarta que ocasionalmente un miembro de la UEM termine abandonándola.
Económicamente, esto puede provocar una situación menos inestable que la actual. Políticamente, sería muy duro para Merkel, dado su deseo declarado de mantener la UEM actual. La lucha entre la canciller y su antiguo asesor todavía va a continuar. Una serie de cancilleres alemanes han visto su carrera truncada por sus desacuerdos con el Bundesbank. Aunque haya sido absorbido por el BCE, sigue teniendo mucho ascendente en la política alemana. Y Merkel puede ser la próxima cabeza en rodar.