En lo que llevamos de siglo, la producción agraria ha perdido buena parte de su peso específico en el conjunto de la economía y en particular en Andalucía. El valor añadido bruto aportado por el sector primario de la región ha pasado del 7,3% que representaba en 2000 al escaso 3,6% de 2009; es decir, más de la mitad. Queda claro que la tendencia señala a una pérdida progresiva del valor aportado por el campo andaluz, lo cual se refleja no sólo en términos monetarios, sino también en el mercado de trabajo. En la última década el empleo agrario ha pasado de representar el 11% al 7,4% de los ocupados.
Andalucía es la región española con mayor peso en la producción agraria, representando el 22,4% del total. Sin embargo, si observamos la participación andaluza en la industria agroalimentaria española, ésta sólo alcanza el 15,3% del total. Andalucía se ve rebasada por varias autonomías, destacando el caso de Cataluña cuya aportación a la industria agroalimentaria dobla su contribución a la producción. En datos absolutos, el valor que añade la industria agroalimentaria andaluza sólo representa el 48% de su VAB agrario, siendo una de las comunidades que menos valor añade en este indicador. En el caso de Cataluña, la industria añade un 163% respecto al valor de la producción, Navarra lo hace en un 145% y más extremo resulta el caso de la Comunidad de Madrid donde la industria multiplica por cinco el valor de la producción.
Según datos de la Fundación Cajamar, si el grado de transformación de la producción andaluza fuera similar a la media nacional y con la misma productividad por empleado, se produciría un incremento del 57% en el valor añadido del complejo agroalimentario en su conjunto y se crearían en torno a 45.000 puestos de trabajo en el sector. No debe preocupar, por tanto, la perdida de valor de la producción primaria, sino el escaso nivel de transformación de la misma.