El 4 de febrero, Día Mundial contra el Cáncer, es una fecha para hacer balance de la guerra que llevamos décadas librando frente a esta lacra.
Las cifras de nuevos pacientes no dejan de aumentar: el crecimiento ha sido del 12% en los últimos cuatro años según los últimos datos presentados por la Sociedad Española de Oncología Médica-SEOM. Pero también lo hacen las de supervivientes gracias al tesón de los profesionales sanitarios y de los investigadores que están consiguiendo nuevas armas con las que luchar, casi siempre centradas en el campo de la oncología de precisión.
Para muestra, un botón: hace unos días se celebraba en Santiago de Compostela (Galicia) el IV Simposio de Biopsia Líquida, al que asistieron más de 350 oncólogos de todo el mundo y en el que OncoDNA estuvo presente. Esta técnica revolucionaria y poco invasiva (similar a un análisis de sangre) ofrece a los especialistas información concreta sobre la evolución del tumor y sobre sus alteraciones genéticas. El objetivo no es otro que poder dar con un tratamiento más personalizado y certero, adaptado a las necesidades del paciente en todo momento.
Junto con la inmunoterapia, esta herramienta de diagnóstico está revolucionando la oncología médica, sirviendo para mejorar el pronóstico de los pacientes de diversos tipos como el cáncer de colon, melanoma, próstata, pulmón o mama.
De la misma forma que van aumentando las aplicaciones de la biopsia líquida, también crecen las posibilidades de los análisis genómicos en las muestras de tejido que se extraen de un tumor. La lectura concienzuda del ADN de los genes implicados en el cáncer cada vez está más presente en la práctica clínica habitual, y es tremendamente útil para que el oncólogo sepa a qué se está enfrentando, cómo tratarlo y las posibles resistencias que se va a encontrar.
En este sentido, el papel de los inmunogramas es crucial por su capacidad de predecir si un paciente responderá o no a la inmunoterapia. Modelos como el de OncoDNA son capaces de analizar diversos biomarcadores. Por ejemplo, los niveles de expresión PD-L1 y CD8 en linfocitos, la carga mutacional del tumor, la inestabilidad de microsatélites o la presencia de mutaciones asociadas con resistencia o sensibilidad a este tipo de tratamientos.
Otros avances
Aparte de estas técnicas, que ya son una realidad en el día a día del oncólogo, se están presentando cada vez con más frecuencia, resultados de investigaciones y ensayos de lo que vendrá en un futuro a medio plazo. Como el fármaco capaz de evitar la formación de metástasis que está investigando un grupo de trabajo multidisciplinar del Hospital Universitario de Basilea (Suiza). Publicado recientemente por la revista Cell, han detectado una sustancia que suprime la propagación de las células cancerosas malignas.
Por otra parte, no podemos olvidar los nuevos trenes a los que se acaba de subir nuestro país en lo que se refiere a la lucha contra el cáncer. Uno es el de las células T con receptores de antígenos quiméricos. Un tratamiento más conocido como CAR-T Cell, de administración única, que se diseña de forma individual para cada paciente modificando genéticamente sus linfocitos T.
También vimos a finales del año pasado cómo desde el Hospital Universitario Vall d'Hebrón (Barcelona) se empleaba una técnica pionera, todavía en fase de investigación, para frenar al cáncer de páncreas avanzado, el de peor pronóstico que existe en nuestros días. Ésta, enmarcada en el ensayo clínico Pelican, consiste en pinchar el tumor con una aguja que abrasa y destruye las células cancerígenas mediante calor.
Somos conscientes de que todavía nos quedan muchos años para conseguir que esta enfermedad sea sólo un mal recuerdo en todas sus formas y diversidades. Pero estamos en el buen camino, si seguimos por la senda de la investigación y la innovación iremos ganando terreno. Poco a poco, para vencer no sólo una batalla, sino la guerra contra el cáncer.