
No muchos saben que el ictus es la primera causa de muerte en la mujer, así como de dependencia en las personas mayores. En una población cada vez más envejecida como es la española, cuando cumplamos 65 años, el 70% podríamos sufrir un ictus. En cifras totales, se calcula que 187 personas por cada 10.000 habitantes van a sufrir un ictus a lo largo de su vida. Los datos son, por tanto, aplastantes y demoledores.
La mayoría de las sociedades científicas, aconsejan mejorar el estilo de vida, ya que ello puede disminuir factores de riesgo como la hipertensión, diabetes, o colesterol. Sin embargo, en la mayoría de los casos, sobre todo cuando se asocia a una arritmia (fallo en el ritmo del corazón), esto no basta.
Desde hace años, los hematólogos hemos llevado de manera silenciosa el control de los fármacos anticoagulantes. Estos fármacos, que nacieron en los años 40 del siglo XX, han salvado decenas de miles de vidas. Con ellos, además, hemos mejorado la calidad de vida personal y familiar de los pacientes. Pero, desde hace ocho años, disponemos de los anticoagulantes ideales, aquellos que demandábamos los hematólogos, los anticoagulantes orales de acción directa (ACODs), sin interacciones, sin controles de sangre, sin variaciones y, además, más seguros, porque disminuyen las hemorragias cerebrales con respecto al sintrom, que es una de sus mayores causas de muerte asociadas.
Tal y como hemos analizado recientemente en la reunión "Actúa FANV", la llegada de los ACODs se ha enfrentado a graves barreras de acceso, la principal de ellas la restricción a la financiación por parte de la sanidad pública, aunque hay otras, como las culturales, por la falta de información clara y correcta a los pacientes.
Las unidades de anticoagulación (TAO: Tratamiento Anticoagulante) son clave para unificar criterios y generar confianza entre los profesionales y los pacientes. La experiencia en medicina preventiva con fármacos anticoagulantes de nueva generación desde Unidades TAO, bien estructuradas, modernizadas, y con guías de actuación consensuadas con todos los profesionales (neurólogos, cardiólogos y médicos de atención primaria y enfermería) está siendo muy satisfactoria. Los pacientes han mejorado claramente su calidad de vida y han reducido su riesgo de ictus. Esto supone un estímulo para ir avanzando y demostrando que ésta es la medicina del siglo XXI, mientras que el sintrom representa el siglo pasado.
Es, por consiguiente, hora de afrontar el tema de los ACODs desde todos los ámbitos de la sanidad, incluyendo pacientes, profesionales y quienes aprueban su financiación, para eliminar barreras y dar pasos sólidos para la construcción de un sistema sanitario que sea capaz de proporcionar a los pacientes los tratamientos que necesitan.
Dra. Amparo Santamaría. Jefa de Hemostasia y Trombosis del Hospital Universitario Vall D'Hebron de Barcelona.