
En España se registran al año 26.000 muertes por resistencias antimicrobianas, según las últimas actualizaciones de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). "Son más muertes por esta causa que por accidentes de tráfico", asegura el jefe del Servicio de Microbiología en el Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid), Rafael Cantón, también portavoz de la SEIMC. Se trata de una de las tres principales amenazas para la salud pública en la época actual.
La Organización Mundial de la Salud, por su parte, aclara que la resistencia antimicrobiana surge cuando las bacterias, los virus, los hongos y los parásitos cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los medicamentos, lo que hace más difícil el tratamiento de las infecciones e incrementa el riesgo de propagación de enfermedades, de aparición de formas graves de enfermedades y de muerte. Como consecuencia, los antibióticos se vuelven ineficaces.
Pero, si el análisis del problema está tan claro, cabe preguntarse por qué no se investigan nuevos antimicrobianos que sobrevivan a estas resistencias. Lo cierto es que están apareciendo nuevos fármacos, pero no nuevas dianas terapéuticas: los nuevos tratamientos son, en realidad, antiinfecciosos viejos a los que se les ha cambiado la estructura química. "Las novedades son viejos conocidos. Se centran en los antibióticos clásicos a los que se modifica la estructura química para mejorar la forma de tratar al paciente; por ejemplo, para que se den menos dosis y estén espaciados en el tiempo, suministrándolos por vía oral y no solo intravenosa. Pero pedimos otro tipo de innovación", señala Cantón. Es esencial, por tanto, buscar "nuevos puntos de ataques de la bacteria que no sean similares a los que ya hay", insiste el microbiólogo.
"Si las bacterias han desarrollado resistencia a esa familia que ya tenemos, la probabilidad de que la desarrollen ante un nuevo antibiótico de esa misma familia es más alto", dice, para añadir que es necesario "más músculo en innovación". Estas nuevas opciones que podrían acabar con las resistencias se están investigando, pero por parte de grupos "pequeños y modestos"; si bien "quien más puede desarrollar el fármaco son las empresas farmacéuticas". Estas nuevas opciones que podrían acabar con las resistencias se están investigando, pero por parte de grupos "pequeños y modestos"; si bien "quien más puede desarrollar el fármaco son las empresas farmacéuticas", pero no es un proceso rentable para ellas por la cantidad de tiempo y dinero que se emplea en ello.
En estos mismos términos se pronuncia la doctora Rosa del Campo, investigadora clínica del Hospital Ramón y Cajal e integrante del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC-GEMBIOTA), quien señala que "no es rentable" investigar para tratamientos de enfermedades agudas, máxime si dejan de hacer efecto. "No interesa hacer nuevos antibióticos porque, además del tiempo y el dinero, luego se hacen resistentes. Las farmacéuticas están más para tratamientos oncológicos, que son tratamientos crónicos y no agudos", asegura.
Falta de incentivos económicos
Para Manuel García-Goñi, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y experto en economía de la salud, "los incentivos económicos no están bien alineados para impulsar la investigación y desarrollo de la nueva generación de antibióticos". Por un lado, señala que los costes de la investigación y desarrollo de estos nuevos productos es alto y supone un elevado riesgo para la inversión, debido a la incertidumbre sobre si los productos desarrollados funcionarán y accederán al mercado o cuándo lo harán. Por otro lado, cuando se introducen en el mercado, se encuentran con una demanda muy restringida. De hecho, muchas veces utilizados como producto de última línea, para evitar el desarrollo de nuevas resistencias y con precios también reducidos, en competencia con otros productos genéricos.
Para favorecer el acceso al mercado de nuevos antibióticos, la Comisión Europea ha propuesto diferentes soluciones. La primera de ellas es utilizar bonos de extensión de exclusividad transferible, por los que se concede a la compañía biofarmacéutica que investiga y desarrolla un nuevo antimicrobiano, un bono transferible que permite extender durante un año (o un periodo por determinar) la exclusividad de comercialización de otro producto diferente en otras áreas, tal y como define Farmaindustria. "La ventaja de los bonos de extensión de exclusividad transferible es que no supone un coste directo en el momento de acceso al mercado del nuevo antibiótico, pero a cambio, se mantiene el elevado coste de otra terapia durante el periodo de tiempo de exclusividad adicional acordado, evitando la entrada de genéricos o biosimilares", ha señalado García-Goñi.
Por otro lado, otra de las soluciones para incentivar a las farmacéuticas es la implantación del modelo de suscripción que, con matices diferentes, ya se está implementando en Reino Unido y Suecia. "En la versión de Reino Unido, consiste en pagar una cantidad de dinero fija anual por el acceso al nuevo antibiótico por adelantado, independientemente del uso que se dé del mismo. En la sueca, garantizar un ingreso mínimo anual que pueda incrementarse con el volumen demandado del nuevo antibiótico", detalla a este periódico. "El modelo de suscripción es como comprar un seguro, que garantiza, mediante el pago de una prima, el acceso al producto que ya está desarrollado. El inconveniente de este modelo es que se necesita que participe un buen número de países, para repartir entre todos una prima que sea suficiente para incentivar al desarrollo del producto", expone García-Goñi.
El economista también menciona otras estrategias como el pago por hitos, que se trata de la concesión de financiación a desarrolladores para centrarse en necesidades médicas puntuales, pero que también supondría un importante reto operativo. "Todas las soluciones propuestas tienen sus ventajas pero también sus inconvenientes y hay que trabajar cuidadosamente en el diseño de la opción que se elija", incide. Con todo, en España aún no hay una postura clara sobre si implantar una u otra modalidad.
Mientras tanto, economistas y microbiólogos llaman a la responsabilidad en el consumo de antibióticos, abordando este problema desde un punto de vista holístico y global. En este sentido, Del Campo pide más concienciación, evitando el uso de antibióticos sin que lo recete un médico. "No puede ser que la vecina nos dé cuatro pastillas que le han sobrado de un tratamiento anterior. Hay que ser consciente de que esto no es un ibuprofeno. Hay que tomarlo bien", concluye.