Para muchos el primer ordenador concebido para realizar cálculos complejos fue el Harvard Mark I. En 1944, IBM completó la construcción de la Automatic Sequence Controlled Calculator para la Armada de los Estados Unidos. Seis décadas después, el negocio de computadores de la compañía que había ayudado a la NASA a llegar a la luna y que fabricaba como churros premios Nobel fue adquirida por el fabricante chino Lenovo.
El objetivo de Lenovo al comerse la internacional del negocio de máquinas (international business machines -IBM-) era ser el primer fabricante de ordenadores del mundo, lo que conseguía sólo unos años después al desbancar al otro gigante estadounidense, Hewlett-Packard. Aunque la historia coloca a los americanos al frente de los grandes avances informáticos, la hegemonía estadounidense había caído sin ser percibida. Suele suceder.
Nadie discute que la semilla del fútbol moderno se encuentra en el Reino Unido. El primer partido internacional se disputó en Glasgow entre Inglaterra y Escocia en 1972. Pero ese particular laconismo británico que consistió en vivir al margen del mundo en el agotamiento de su gran imperio se tradujo en excluirse también del fútbol internacional. El potente balompié británico, invicto en su feudo, decidió no integrase en la FIFA y no disputó los tres primeros mundiales de fútbol. Su imbatibilidad en casa perduró ochenta años, hasta que la Hungría de Puskas la derrotó en el 53, en Wembley, aunque su primera derrota frente a un equipo no británico fue frente a España en el Metropolitano, en 1929.
Pero la hegemonía del fútbol británico quedó desplazada por la Italia de Vittorio Pozzo, el único entrenador hasta la fecha que ha conquistado dos mundiales de fútbol, los del 34 y el 38. El Sanador, el hombre que no se sabe si leía las cartas de sus jugadores para conocer su estado emocional o porque practicaba técnicas mussolinianas, ganó el primer mundial en su país por cuestión de estado.
Para el anecdotario queda que los chinos hayan copiado mucha tecnología pero ahora están donde están con marcas como Lenovo, como también que los italianos robaron en cuartos del Mundial del 34 a la España republicana, en semifinales a la Austria de Hugo Meisl, y en la final a Checoslovaquia. El segundo mundial, Pozzo lo ganó en Francia. Los comunistas italianos le insultaban al comienzo de la final contra Hungría y al término le vitoreaban. Inglaterra ya no era la primera potencia futbolística e Italia imponía su hegemonía.