
Apostar a favor de la buena salud de una población, o en contra de que sufra una pandemia o una guerra puede ser un motivo de felicidad... económica. Las compañías aseguradoras comercializan desde hace unos años los llamados bonos de mortandad, que en 2007 ofrecieron una rentabilidad tres veces mayor que los emitidos por las empresas.
Los bonos de mortandad pagan hasta 5 puntos porcentuales sobre una tasa de interés de referencia como la libor (tipo interbancario de Londres), a menos que una pandemia o cualquier otra circunstancia eleve la tasa de mortalidad en una población determinada a una cifra concreta, como el 20 por ciento o más. Si eso llega a pasar, la aseguradora puede quedarse con los intereses y el pago del principal para cubrir los daños. Estos títulos son una rama de los bonos de catástrofe que los inversores han utilizado desde los años 90 para apostar contra huracanes y otros desastres naturales.
Rentabilidad
Michael Stahel, que gestiona 830 millones de francos suizos (513 millones de euros) de participaciones relacionadas con seguros para Clariden Leu Alternative Investments en Zurich, logró unas ganancias del 7,6 por ciento el año pasado con los bonos de mortandad. Un índice de deuda empresarial elaborado por Merrill Lynch subió un 2,5 por ciento en el mismo periodo.
"El tipo de contingencia necesaria para que se active un bono de mortandad extrema implicaría tantas muertes que no estoy seguro de que yo mismo sobreviviera", señala Stahel. "Ni el 11 de septiembre ni la Segunda Guerra Mundial habrían hecho activar los actuales bonos de mortandad'', asegura.
De moda
Compañías como Swiss Reinsurance, la mayor reaseguradora del mundo, y Axa, la mayor aseguradora de Francia, traspasan con la venta de los bonos algunos de sus mayores riesgos a los inversores y protegen los beneficios en caso de un desastre. "Los emisores de bonos de mortandad extrema son cada vez más conscientes del potencial impacto de las pandemias y de las implicaciones que tales acontecimientos tendrían sobre sus balances", dijo Stephen Hadfield, analista en Standard & Poor's en Londres. "Esperamos ver más operaciones de extrema mortandad en 2008'', indica.
Swiss Re, que obtiene más de un tercio de sus primas de la cobertura de seguros de vida, vendió el primer bono de mortandad en 2003. La compañía, con sede en Zurich, transfirió hace un año 480 millones de euros en riesgos de extrema mortalidad a inversores en una venta de bonos en nueve tramos a través de Vita Capital III, la mayor oferta de dichos activos hasta la fecha.
La cantidad de bonos de mortandad en circulación subió a 1.100 millones de euros en 2007 desde los 518 millones en 2006, según el intermediario de reaseguros Guy Carpenter, una filial de Marsh & McLennan. Guy Carpenter prevé más crecimiento este año porque los inversores buscan productos que no estén relacionadoss con mercados financieros como bolsas y bonos de empresas.
Según Carpenter, "los bonos de mortandad están ganando en importancia tanto para aseguradoras como para inversores". Este intermediario cree que la ejecución del bono es "altamente improbable y solo lo sería en caso de una pandemia, una guerra que se extienda o un posible acto terrorista a una escala sin precedentes''.
Ejemplo exitoso
Los bonos de mortandad y catástrofe, que están vinculados a desastres naturales, desafiaron el colapso de las hipotecas de alto riesgo estadounidenses este año. "La crisis subprime fue una prueba para los bonos de catástrofe y la pasaron con total éxito'', afirma Karsten Bromann, responsable de riesgos del fondo de cobertura con sede en Zurich, Solidum Partners. "El año pasado los bonos de catástrofe demostraron que no estaban correlacionados con los mercados de capitales en general'', admite Bromann. Su fondo dio una rentabilidad de alrededor del 18 por ciento en 2007.
La única suspensión de pagos de bonos de catástrofe se produjo después de que el huracán Katrina afectara a Nueva Orleans (costa sur de EEUU) en 2005. Este desatre provocó 28.000 millones en reclamaciones de daños a aseguradoras. Los daños en propiedades superaron el límite que permite a Zurich Financial Services quedarse con los fondos de los inversores en sus bonos de catástrofe Kamp Re.