
Como si de un borracho en una fiesta se tratara, el mercado de renta fija está empezando a tropezar con las mesas, a decir chistes sin gracia y a hablar demasiado alto. Es la hora de que los invitados más listos de la fiesta comiencen a marcharse de la celebración, si no quieren acabar con los zapatos manchados... o algo peor.
Irlanda, que orgullosamente se bebió su propio cóctel de medicina austera sin quejas y no pidió más que una pequeña cucharada de azúcar para pasar el trago, ofrece ahora un récord del 3,8% más que Alemania en sus emisiones de deuda a 10 años.
Mientras, los diferenciales (spreads) de crédito de la deuda de Grecia, que activaron la crisis del mercado de bonos cuando se supo que había falseado sus números para poder entrar en la zona euro y que había mentido desde entonces, han aumentado hasta los 9 puntos, a un paso del récord.
Mientras, Alemania y EEUU disfrutan de los costes de financiación más bajos que han tenido jamás. Esa esquizofrenia sigue un patrón que se ha visto antes durante esta crisis crediticia, con un final de fiesta que también es demasiado predecible.
Primero, los considerados buenos bancos fueron separados de los indudablemente tóxicos, hasta que todos terminaron siendo tan malos como el vecino. Después, empezó a pensarse que el sistema financiero tenía que ser rescatado por los gobiernos, hasta que la fría lógica dejó patente que así el riesgo no se estaba diluyendo, sino que sólo estaba siendo transferido a los estados.
Nadie se libra...
Ahora, el mercado de deuda pública está estableciendo diferencias entre naciones fiscalmente irresponsables y aquellas lo sufieicntemente grandes como para capear la tormenta. Y esto está haciendo que se olvide algo de vital importancia: que cuando hay una redada en un burdel, hasta el pianista acaba arrestado.
Todos los gobiernos están contaminados con el mismo endeudamiento y despilfarro, sobre todo si finalmente se produce una vuelta a la recesión económica, que minaría su capacidad para cumplir con sus compromisos financieros.
... ni siquiera los bonos corporativos
El mercado de bonos corporativos, por su parte, no tiene mejor pinta. Es más, aún tiene más aspecto de catástrofe inminente.
Por ejemplo, Black & Decker realizó una emisión de títulos a 30 años de unos 400 millones de dólares, papel que tiene un rendimiento del 5,2% que deberá asumir una compañía que tiene unas deudas totales por nada menos que 4.500 millones de dólares entre bonos y préstamos.
La labor de un bonista debería ser la de analizar y equilibrar el ratio de riesgo/recompensa, y en este caso concreto, igual que sucede en otros muchos, el rendimiento es muy poco comparado con el riesgo que se está asumiendo.
No hay que olvidar que estamos hablando de títulos a muy largo plazo, 30 años, ni más ni menos. No cabe duda de que, de aquí a 2040, y mucho antes de esa fecha, las compañías de países emergentes, con China a la cabeza, serán una amenaza para Black & Decker, con sus herramientas de bajo coste.