
Se plantea un problema y se busca una solución. Estudiantes de Ingeniería Aeronáutica y de Telecomunicaciones tendrán que enfrentarse a diario con ésta y otras situaciones más complejas.
Algunas empresas quieren ver su respuesta en tiempo real y organizan concursos dentro de las universidades. Lo que para los jóvenes es un juego y una manera de ganarse unos euros, para la industria científica es una garantía. El expediente cuenta. Pero la experiencia aplicada es un plus.
Elevada tasa de ocupación
Los ojeadores están en las facultades. En sus manos acabarán proyectos sesudos. Ahora estudian, pero en un futuro liderarán o dirigirán programas en empresas nacionales o internacionales. Son conscientes de ello e ingenian, dan vueltas sobre un problema inicial hasta darle una resolución. Tienen que tener en cuenta una serie de criterios claros: economizar materiales y tiempo; obtener beneficios. Saben que las carreras que han elegido, Ingeniería de Telecomunicaciones o Aeronáutica, tienen una elevada tasa de ocupación.
Caza de talentos
E intuyen que entre las paredes de sus facultades, en las que ahora finiquitan sus estudios, hay ojeadores. El expediente cuenta, sí. Pero no sólo eso. La caza de talentos se hace a través de convocatorias y concursos a los que los más avispados acuden en masa.
La pasada semana, GMV, un grupo empresarial de presencia internacional, y BEST, una asociación europea sin ánimo de lucro que pretende propiciar los intercambios entre estudiantes, se metieron en cuatro universidades españolas con un lema: "buscamos gente a la que le gusten los retos".
En la Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Politécnica de Madrid el llamamiento surtió efecto y un batallón de ingenieros en potencia, algunos de primer curso, otros de quinto, se inscribió con la intención de dar respuestas al problema planteado. "Si además de hacer lo que nos gusta nos podemos llevar un premio en metálico y que nuestro currículo esté en la empresa, mejor que mejor", reconocen.
El reto: crear un nuevo objeto
Los organizadores les plantean el reto: crear un artilugio que pase objetos por encima de un muro, reza en esta ocasión la convocatoria. Comienza, entonces, el tiempo de reflexión. Tienen entre las 10 y las 12.30 para pensar; para saber qué clase de instrumento crearán y qué materiales necesitarán. Un apunte: la organización da dinero ficticio a los jóvenes para que pueden adquirir los materiales, que ella misma vende en el aula-taller improvisada.
Algunos son limitados, como las baterías; otros no, pero se valorará el proyecto que menos materiales y menos dinero haya invertido. "En definitiva esto es como si estuviéramos trabajando para una empresa. Ella quiere gastar poco y que funcione y eso es lo que tenemos que ofrecerles", dice Antonio, uno de los participantes.
La hora de la verdad
Tras no pocas discusiones de grupo para elegir lo más conveniente, y después de comer, llega la hora de la verdad: es momento de ponerse a serrar maderas, a pegar con silicona y pistolas termofusibles y a probar, una y otra vez, hasta que funcione.
Separados por biombos para que no haya espionaje, los chavales se ponen manos a la obra. Tienen cinco horas para acabar su proyecto. El ambiente, que podría imaginarse silencioso y tenso, es de todo menos eso. Luis, de Granada, componente del grupo 1 dice: "Estamos aquí para divertirnos. No hay tensión. Si ganamos, que es lo que estamos preparados para hacer, pues bien. Y si no, pues ya nos veremos en otra. Hay tiempo".
Criterios a favor del concursante
El muro que han de atravesar los objetos es de 25 centímetros. Y, en este caso, lo que ha de atravesarlo son pelotas (como las de un futbolín) o tacos de madera. Si se logra crear un artilugio que transporte las dos cosas, el jurado lo tendrá en cuenta. Como también tendrá en cuenta la originalidad, la exposición realizada (ésta contaba un 25 por ciento de la valoración final), las mejoras realizadas en el aparato…
Los chicos del equipo 5 han puesto incluso nombre a su proyecto. Se llama Sintec (Soluciones Industriales Técnicas). Se han metido tanto en el papel que a la hora de explicar al jurado en qué consiste el proyecto narran que ellos han imaginado "una industria que tuviera una planta mal distribuida, cuya solución sería un sistema cíclico de intercambio de mercancías de una planta a otra". Además, cuentan, "la velocidad es regulable".
Los equipos
Uno de los miembros de otro equipo dice por qué cree que van a ganar: "Nuestro proyecto es original porque tiene dos mecanismos, uno de ida y otro de vuelta". En cuanto a las expectativas, Manu -así se llama el chico- dice que ellos están ahí para divertirse y para colar su currículo dónde sea. "Todo por encontrar trabajo". Añade que él nunca dice en su carta de presentación si ha ganado algún otro concurso. Pero sí lo ha hecho: "Hace poco me erigí ganador de un concurso convocado por una bebida energética. Se trataba de que un huevo llegase al suelo sin romperse desde la mayor altura posible. Lo tuve claro y lo metí dentro de una botella de agua. El huevo salió intacto", ríe.
Otros, que tenían los ojos más puestos en las elecciones que en el proyecto, bromearon con la idea de que si ganaban marcharían "a comprar algún voto". Ambiente distendido para un concurso que ganó el grupo 2, que empleó un sistema de palanca con circuito de motor cuya fuente de alimentación eran las pilas. En breve medirán talento con los ganadores de la Politécnica de Cataluña, la Universidad de Valladolid y la Carlos III de Madrid.