
A veces la política se parece demasiado a las fábulas, con esa crudeza folclórica que no escatima castigos para el incauto animal cuando se entrega a sus debilidades. Quizás no siempre ganen los buenos, si es que queda alguno merecedor de esa etiqueta, pero el guion de la partitocracia española bien podría estar firmado por el mismísimo Esopo. Sin ir más lejos, todos sabemos que hubo una vez un pastor al que le dio por ser bromista y acabó devorado por aquella bestia a la que no dejaba de mentar en vano. Venía el lobo y vaya si vino. Pues resulta que en el PSOE se busca guía de rebaño desde hace tiempo, y entre que aparece y no ya va casi medio año de travesía por el desierto. Parecía que no llegaría, pero el lobo ya anda rondando las laderas de Ferraz. El problema (para algunos) es que, a diferencia del cuento de Prokófiev, que no tiene nada que ver con la fábula del pastorcillo mentiroso, aquí el lobo se llama Pedro. Y está bastante hambriento.
El ex secretario general, habitante de un oportunísimo martirio, se ha construido su propia fábula y mantiene el hilo argumental justo en donde quería que estuviera cuando abandonó la sede del partido tras el Comité Federal que cambió la historia reciente de la socialdemocracia española. La definitiva puesta de largo en la vuelta del derrocado, condenado al exilio por las élites de su partido (seguimos dentro del relato), muestra el músculo sanchista a tres semanas de que se convoque el esperado Congreso que decidirá quién pilota la nave de un proyecto político herido en su línea de flotación.
Tras el segundo advenimiento en Dos Hermanas de hace 40 días, donde Sánchez se conjuró junto a una enfervorecida marabunta de fieles, el secretario de la militancia, ese concepto sacrosanto en su parábola, presentaba esta semana su sede de campaña en Madrid recaudando 50.000 euros en las primeras horas de un crowdfunding que metía el miedo en el corpachón susanista. Para más inri, una encuesta de Sigma Dos para el diario El Mundo publicada este lunes echaba más leña al fuego asegurando que Sánchez es el preferido de un 43,8% de los votantes del PSOE dejando a Susana Díaz en un escueto 18,6%.
Susana pisa el acelerador
Después de una semana muy movida, a Susana Díaz le ha entrado complejo de Paris Saint-Germain y quiere huir de los sustos en el partido de vuelta tras la goleada de la ida. Para ello, ha decidido por fin salir de la cueva y no encerrarse atrás. Todas las fuentes deslizan al unísono que la pretendida zurcidora de las costuras socialistas, una vez asumida la imposibilidad de una elección por aclamación, dará un paso al frente antes de lo esperado. Probablemente lo hará a finales de este mes y no como se programó en un primer momento: después del Comité Federal del 1 de abril, que fijará los plazos definitivos del Congreso y la convocatoria de primarias.
La presidenta andaluza deberá sacar tiempo entre acto y acto oficial, y a buen seguro será criticada por ello desde dentro y fuera de su partido, por utilizar la secretaría general de Andalucía o la propia presidencia como trampolín, según sensibilidades. El relato de una Díaz salvadora nació muerto, y a la andaluza no le queda otra que encomendarse a los 10.000 avales y 45.600 votos que se concentran en Andalucía (el 24% de los 180.000 afiliados socialistas en todo el país), esperando que Cataluña divida el voto entre Sánchez y Patxi López. A partir de ahí, rascar lo que se pueda en las federaciones menos amistosas. Eso sí, con la mayoría de barones de su parte.
López y el cemento
Y entre lobos y pastores anda Patxi López. El ex lehendakari quiere representar el cemento que una los ladrillos del partido, una tercera vía ajena al enfrentamiento principal, pero las opciones que proponen una salida al maniqueísmo imperante no suelen acabar muy bien en el país del conmigo o contra mí. De momento, López aguanta el tirón como puede, tratando de sembrar concordia acá y acullá, insistiendo en que él tiene la receta para salvar la papeleta. Algunos dirigentes de relativo peso ya han mostrado sus preferencias por él, pero todo ello ha ocurrido mucho antes de que el choque de trenes se haga oficial, y en los últimos días barones y demás enjundia se han recluido en sus cuarteles de invierno, por aquello de que la realidad no les pille con el pie cambiado.
Sánchez y el anticipo
Allende las fronteras socialistas, el lobo Sánchez también preocupa, y mucho. Los últimos movimientos parlamentarios, con la corrupción como telón de fondo (lluvia que no cesa), dejan entrever unas dinámicas peligrosas para el actual Gobierno en minoría. Una victoria de Sánchez, del que todos sus enemigos íntimos opinan que ha presentado prácticamente el programa de Podemos, unida a los guiños que Pablo Iglesias le ha dedicado en sus últimas apariciones públicas, podría llegar a precipitar un adelanto de elecciones con el que Mariano Rajoy no ha parado de amenazar desde que recuperara su sillón de Moncloa después del año de la inoperancia política. Que viene el lobo.