Política

Pedro Sánchez y la abstención: los malabarismos que vienen

¿Encontrará Sánchez un truco para salvar su cargo? Imagen: Reuters

Nadar y guardar la ropa. Saltar hacia abajo. Tirar la piedra y esconder la mano. Intermitente a la izquierda y salir por la derecha. Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Los pegajosos días políticamente laborables de agosto se deslizan ante la mirada de la hastiada población española como gotas de sudor que ya esperan su turno en la frente de Pedro Sánchez. ¿Quién es el guapo que dice no?

Mes y medio después de las elecciones de la marmota, donde la gente votó lo mismo pero con menos ganas, nuestros cuatro líderes rampantes han conseguido su objetivo de jugar con las semanas sin hablar ni negociar ninguna cosa mínimamente importante, de esas que podrían mejorar la vida de sus votantes. Casi nueve meses después de aquel 20-D que lo iba a cambiar todo. Un embarazo ya.

Las vacías luchas de egos y la obsesión por minimizar los daños políticos internos han conducido plano a plano la película de la investidura de Mariano Rajoy hacia un punto que cualquiera podría haber pronosticado (incluso ejecutado, ya que estaban) la misma noche del 26-J: El 'no' rotundo de Rivera convertido en un 'seguro que al final sí' y toda la presión sobre el líder socialista y sus ?cada vez más reducidas- huestes para que entreguen las armas en la abstención más activa que nadie podría haber diseñado jamás. "Pedro, ahora te toca a ti, no nos defraudes", parece escucharse desde la grada.

Rajoy y Rivera tienen a Sánchez justo donde querían. La pinza versión nueva derecha aprieta el cuello de socialista, al que tampoco se le ve muy tendente a la actividad en su retiro en alguna playa almeriense, dispuesto a la callada para no decir nada de lo que después se tenga que arrepentir. Al menos no hasta que el pseudopacto cocinado en la reunión de esta semana entre el presidente en funciones y los 32 diputados más rentables de la democracia española se haga efectivo, puente de agosto mediante, en una votación de la ejecutiva del PP que dirá lo que quiera que diga Mariano, el potencial investido sin fecha. Ganar tiempo no era una opción, era una obligación.

Y en esas anda Sánchez, apoyado en el quicio de la puerta socialista con la esperanza de que el marco le libre de los daños del terremoto. Improbable. El PP y Ciudadanos ya han construido su relato de inevitabilidad y desempolvan propuestas idénticas a las del efímero pacto entre el partido naranja y los socialistas. El PSOE aún cree que puede encontrar la salida del laberinto siguiendo el engañoso rastro de una imposible abstención de los nacionalismos conservadores, mientras pega la oreja a la pared, atento a los débiles cantos de sirena de un CIS de antes de los dolores. Las terceras buscan culpable, que no te coja en el medio.

De puertas para adentro: partido dividido

Más presión que en Old Trafford, que dirían los futboleros. Quedan ahora semanas por delante en las que el marcaje mediático sobre el PSOE va a subir la intensidad hasta ponerla a niveles de ebullición. Y lo más paradójico es que el foco más luminoso no se colocará precisamente en el plató exterior. Felipe González y su vieja guardia elogiando a Rivera, el susanismo conspirando a golpe de titular envenenado, los barones a lo suyo y el mismísimo Zapatero pidiendo un nada imparcial "periodo de reflexión" después de los últimos movimientos. Debate interno, en jerga al uso.

La sociedad española en su conjunto jugará a ser socialista en los próximos días y se preguntará que haría si estuviera en el pellejo de una ejecutiva socialista que, de momento, sigue en sus trece. Este mismo jueves, el portavoz del PSOE en el Senado, Óscar López, aseguraba que su partido no cederá ante "la campaña de presión" que se avecina para insistir en que la postura de rechazo a la reelección de Rajoy es "clara y definida", como decidió su último Comité Federal. Pero, claro, también dijo que "no quieren repetir elecciones". Nadie sabe a ciencia cierta si tienen o no un plan para conjugar ambas posiciones.

De puertas para afuera: abstenerse y ser oposición

Al otro lado de la puerta espera el frío. La actitud ausente de Podemos y el evidente desinterés socialista desalientan a priori cualquier tipo de posibilidad de gobierno alternativo si Rajoy fracasa, algo ya de entrada poco probable después de poner la primera piedra para conseguir 170 diputados en el 'sí'. De hecho, más bien parece que el estudiado silencio de Iglesias esconde macabras intenciones a la hora de montar el lío con una 'Gran Coalición blanda' en la que los socialistas parezcan poco menos que un socio de gobierno de los populares. Liderar la oposición de facto y de cara a la opinión pública es un caramelo que el partido morado no va a dejar escapar así como así.

Pero, ¿podría quedarle a Pedro Sánchez una mínima escapatoria? ¿Un truco final? ¿Un golpe de efecto? ¿Un último quiebro imposible que le permita abstenerse, liderar la oposición y seguir al frente de su partido? Puede que una cesión negociada de último minuto, rascando alguna reforma al PP que pueda venderse como algo de calado pueda librarle del cadalso. Por ello parece abrirse paso como la opción menos traumática. Siempre teniendo en cuenta el recurso de la militancia, la eterna militancia que le colocó en el sillón del secretario y a la que Sánchez alude cada vez que tiene ocasión. Ellos pondrán todo en su sitio en el retrasadísimo Congreso socialista, cuando amaine la tormenta. Hasta entonces, malabares.

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