Viena, 28 sep (EFE).- Austria dio hoy un claro giro hacia la extrema derecha tras el castigo a los dos grandes partidos tradicionales, los socialdemócratas y los populares, que rompieron la coalición de gobierno tan sólo 18 meses después de acordarla.
El regreso al escenario nacional del populista de derechas Jörg Haider, actual jefe del gobierno de la sureña región de Carintia, había sido anunciado antes de estos comicios adelantados, pero hoy sorprendió por el inesperado gran apoyo que recibió al triplicar casi sus votos, hasta el 11 por ciento.
Su discípulo y rival, Heinz-Christian Strache, líder del también opositor Partido Liberal (FPÖ), incluso lo superó con el 18 por ciento de los votos (7 por ciento más que en 2006), por lo que juntos ambos rozan el 30 por ciento, prácticamente el mismo nivel que obtuvo el Partido Socialdemócrata (SPÖ) de Werner Faymann, el más votado hoy.
"No hemos podido recuperar la confianza", dijo Faymann, ministro de Infraestructura del Ejecutivo saliente dirigido por su correligionario Alfred Gusenbauer, al reconocer que, aunque consiguió defender el primer puesto, su partido sufrió una sensible pérdida y cayó al nivel más bajo desde 1945.
Aún más "dolorosa" fue la derrota para el Partido Popular (ÖVP) del vicecanciller y ministro de Finanzas, Wilhelm Molterer, que perdió casi 9 puntos y se colocó en segundo lugar, con sólo el 25,6 por ciento de los votos.
Se da por seguro que Molterer tendrá que presentar su dimisión tras la reunión de la cúpula del partido mañana, lunes. Hoy ya admitió sin rodeos que el resultado obtenido por su formación era negativo.
Las miradas están centradas ahora en Faymann, quien recibirá esta semana el encargo del presidente de la República para formar Gobierno por presidir el partido más votado, aunque haya logrado los peores resultados de la historia de esta centenaria formación política.
Entre las múltiples combinaciones, Faymann se inclinó por renovar una "gran coalición" con los conservadores del ÖVP, pese al voto de castigo recibido, y descartó una coalición con socios de extrema derecha como Strache y Haider.
Otra de las diversas opciones, incluido el paso a la oposición, sería la formación de un gobierno minoritario, a la que se oponen algunos sectores socialdemócratas y el propio presidente de la República, Heinz Fischer, por carecer de una sólida estabilidad.
En cualquier caso, ha quedado medianamente claro que el 30 por ciento del electorado ha preferido a una derecha ultra de tonos estridentes, claramente xenófobos y euroescépticos, cuando no hostiles a "los dictados" de Bruselas.
Especialmente, los votantes jóvenes parecen haberse refugiado en el FPÖ, que ha hecho gala de eslóganes nacionalistas y reacios a todo lo foráneo, pese a que Austria se ha beneficiado como ningún otro país comunitario de la ampliación hacia el Este europeo.
En la búsqueda de culpables por el descalabro electoral, los socialdemócratas lo han tenido fácil: el canciller federal, Alfred Gusenbauer, a quien no sólo le ha faltado el carisma necesario para dirigir un gobierno de coalición con los conservadores, sino que su falta de liderazgo lo ha dejado a la intemperie de las críticas de sus correligionarios.
Entre los perdedores también están Los Verdes, una formación ecologista, cuyo líder, Alexander Van der Bellen, se mostró decepcionado por haber perdido su partido casi un punto y medio porcentual y quedarse en la quinta y última fuerza parlamentaria.
Pero Van der Bellen deploró igualmente el giro a la derecha de la política austríaca, una tendencia que los medios de comunicación del mundo germano ya habían destacado apenas conocerse los resultados.
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