
Cuando se cumple un mes de las segundas elecciones y en los umbrales de la ronda de consultas del Rey para la investidura, la ciudadanía española asiste estupefacta y al borde de la indignación al esperpéntico espectáculo de estos políticos autistas, que empecinados en su ineptitud y persistentes en su intolerancia y en sus falsedades retozan satisfechos en el limbo de la provisionalidad a la que nos condenan.
Unos políticos que, como en el caso de Pedro Sánchez, Albert Rivera y sus palmeros, continúan obcecados en su particular juego de egoísmos, protagonizando un diálogo de sordos y una exhibición de vanidades en la que anteponen su interés personal y partidista olvidando el principio esencia de toda actividad política y que no es otro que el resolver los problemas de los ciudadanos para conseguir una sociedad más justa y de progreso.
De nada sirven, para ellos, las recomendaciones de sus mayores en experiencia, entendimiento y sabiduría que, como en el caso de los exministros y barones del PSOE, ya no saben cómo hacerle entender a Sánchez que el sentido del Estado exige diálogo, entendimiento, sacrificios y renuncias, y que ese sentido del Estado obliga hoy a formar un Gobierno y con urgencia.
Y, guste o no guste, a Sánchez y Rivera, hoy ese Gobierno pasa ineludiblemente por Mariano Rajoy. Porque así lo han decidido los españoles en las urnas y porque, además, con la aritmética actual ni siquiera sirve esa alianza de perdedores, puesto que Ciudadanos y Podemos son incompatibles y ERC ya ha dicho que no apoyará a nadie si no le firman ese referéndum a la escocesa que reclama.
Es lo que hay y lo más preocupante es que este juego de logomaquia ocurre mientras nos enfrentamos a un escenario de prórroga presupuestaria, con la consiguiente congelación de las pensiones y de los salarios, a una multa millonaria de Bruselas por la no transposición de directivas, a la paralización de inversiones y a una grave des aceleración de la economía y la creación de empleo. Si eso es lo que quieren, que lo digan, y si no, que dejen de jugar. Que esto va en serio.