Política

26J: los seis factores que determinarán el signo de las elecciones

  • ¿Valdrá de algo el titánico esfuerzo -en tiempo y dinero- de repetir elecciones?
El Congreso de los Diputados en una fotografía tomada con un gran angular. Imagen: Reuters

El 20D ya es historia y el 26J es inevitable. Con la constatación del fracaso de los políticos a los que los ciudadanos eligieron hace ya cuatro meses para formar gobierno, España da paso a un nuevo trámite electoral para intentar -ahora sí- conseguirlo.

Pocos días después de que la Casa Real confirmara que no habrá más intentos de formar Ejecutivo, y una vez las recién estrenadas Cortes asumieron su prematura disolución, empezaron los movimientos. De hecho, hay líderes políticos -no necesariamente en cabeza de su lista electoral- que llevan preparando esta campaña mucho tiempo. Se diría, incluso, que hay quien preparó la campaña del 20D pensando ya en el 26J.

Hay una pregunta tan inevitable como los nuevos comicios: ¿cambiará algo? Es decir, ¿valdrá de algo el titánico esfuerzo -en tiempo y dinero- de repetir elecciones? ¿Habrá un desbloqueo de la situación? Para responder a la pregunta la mejor opción es repasar cuáles son los ejes sobre los que normalmente los ciudadanos toman la decisión de votar o no hacerlo y, en caso afirmativo, en qué sentido lo hacen.

El primer factor determinante son los programas electorales. No porque nadie los lea -el PP, de hecho, ha llegado a presentarse a elecciones sin publicar programa electoral alguno-, sino por lo que de ellos se deduce. A fin de cuentas un programa electoral tiene el poder de que, al leerlo, casi cualquiera puede estar de acuerdo con casi todo: muchas ambigüedades, buenas palabras y proyectos faltos de concreción alegran a cualquiera.

Ahora bien, cabe pensar que no habrá sustanciales variaciones en el programa electoral que se publicó hace cuatro meses: los partidos no evolucionan tan rápido.

El segundo factor va vinculado de forma estrecha al primero: las promesas electorales. Pedro Sánchez, por ejemplo, se cansó de repetir "Me comprometo" durante los debates televisivos. Sin embargo, las promesas en este caso valen de poco: ante un panorama de evidente bloqueo político, el cumplimiento o no de promesas no depende de uno mismo, sino de lo que un hipotético socio de gobierno permita hacer.

El tercer factor, sin embargo, sí puede ser determinante para inclinar la balanza el próximo 26J: el hastío. De hecho, en España muchos no votan a alguien, sino contra otro alguien. Es decir, votantes que más que simpatía por un candidato sienten antipatía por otro, lo que les mueve a votar aun tapándose la nariz para intentar evitar que salga elegido el rival.

Eso tan castizo y difícil de detectar con números más allá de las intenciones del CIS se vincula, a su vez, con la abstención. Y cabe pensar -así lo sostienen los analistas- que la repetición de elecciones en apenas cinco meses sin que tantas promesas de cambio hayan servido para cristalizar una alternativa puedan llevar a que el hastío se dispare, bien activando el voto 'contra', bien haciendo crecer la abstención.

El cuarto factor, que es el que explica el anterior, sería la ideología. Un ciudadano puede adscribirse a un espectro ideológico (centro-derecha, izquierda, liberalismo...) pero no por ello comulgar con el partido que -teóricamente- representa eso. En tal caso, votaría al partido más cercano, pero no a ese.

Esa fragmentación, muy tradicional en la izquierda, ha empezado a vivirse también en la derecha. La fortaleza o debilidad de ese sentimiento ideológico, y la aversión o afinidad con el partido mejor colocado en ese estrato, dibujarán la diferencia entre la movilización y la desmovilización.

El quinto factor, uno de los más importantes, es el de los candidatos. Y no se trata sólo -aunque sí fundamentalmente- de los cabezas de lista. Y eso, salvo sorpresa mayúscula, no cambiará respecto a las elecciones del 20D.

Siendo así, ¿qué llevaría a un ciudadano que votó a uno inclinarse por votar a otro? Cualquiera de los puntos anteriores. O, quizá -y aquí viene una de las grandes novedades del 27J-, el sexto factor: el hecho de que las listas cambien sensiblemente. Por ejemplo, el hipotético pacto entre Podemos e IU. Eso, además de cohesionar al voto de izquierda, podría provocar una movilización de cierto electorado desencantado -con ellos o, más a la derecha, con el PSOE-.

Pero no hace falta siquiera algo tan radical como una coalición de ese tipo: basta con mover algunas sillas y algunos puestos. Y eso es, precisamente, lo que también se pide al PP y se está produciendo en el PSOE.

Así, la salida de Carme Chacón posibilita que Meritxell Batet encabece la candidatura del PSC lo que, añadido a la salida de Irene Lozano, podría suponer una profunda remodelación de la lista de Sánchez -especialmente en la cuota femenina...-. Eso sí, según ha dicho el líder del PSOE, Eduardo Madina, su rival en las primarias, no se moverá de la séptima posición que le dejó fuera del Congreso.

El séptimo factor, y quizá el más determinante, sea el comportamiento de los partidos durante estos cuatro meses. Porque si los candidatos no van a cambiar -aunque cambien algunas listas-, los programas van a ser los mismos, las promesas van a ser más cautas y el equilibrio ideológico no varía tan rápido... ¿puede el hastío hacer que cambie todo tanto?

La respuesta es que sí, pero sólo con un punto de apoyo para la palanca: que los votantes de los partidos se desencantaran con la actuación de los suyos durante estos meses. Por ejemplo, los votantes del PP que lamenten el inmovilismo de Rajoy o la explosión de nuevos casos de corrupción. O los votantes del PSOE que critiquen el pacto con Ciudadanos o la aparente división interna. O los votantes de Ciudadanos que critiquen el pacto con el PSOE o que decidan cambiar su voto para desbloquear la situación. O los votantes de Podemos que recriminen el no haber permitido desalojar a Rajoy de la Moncloa o que estén en el 'bando perdedor' de la batalla interna.

La pregunta inevitable es, ¿quién sale más reforzado ante los suyos tras estos cuatro meses de negociaciones infructuosas? Depende: eso es algo que no sabremos hasta el 27J. A no ser que los resultados sean los mismos, en cuyo caso los que menos reforzados saldrán -en general- serán los políticos cuya incapacidad para pactar nos hizo perder seis meses de tiempo.

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