
Cuando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se reúnan hoy, a las 10.30 de la mañana, en el Congreso de los Diputados, lo harán bajo una doble presión: la interna, derivada de las respectivas turbulencias en el seno de sus partidos; y la que ejerce el calendario, a falta de poco más de cuatro semanas para salvar la legislatura o afrontar nuevas elecciones. Dos factores que no hacen sino sumar razones para el escepticismo de cara a una cita que se lee más en clave interna en ambos partidos.
En el caso de Sánchez, por el pulso latente con la presidenta andaluza, Susana Díaz, y la oposición de las federaciones regionales críticas con su gestión, que esperan agazapadas el fracaso del actual líder socialista. Un desgaste que se suma al doble fracaso en su investidura, los vaivenes con Podemos y Ciudadanos y su bloqueo al PP de Rajoy.
Para Iglesias, por la pugna interna que ayer mismo admitía su número dos: "Es evidente que ha habido tensiones organizativas", reconocía Íñigo Errejón en rueda de prensa en el Congreso de los Diputados. Se refería el portavoz de Podemos a la reciente cascada de dimisiones en el partido y el cese fulminante del número tres de la organización, Sergio Pascual, mano derecha de Errejón, que derivó en una crisis interna y motivó el silencio autoimpuesto del secretario político de la formación. Ayer retomó la voz para reconocer su desacuerdo con esa decisión. "No comparto todas las decisiones de mi secretario general", admitió.
Así las cosas, los dos líderes afrontan el encuentro como una de las últimas oportunidades para reforzar su liderazgo y salvar in extremis la legislatura. Más allá de las palabras de optimismo previas a la cita, lo cierto es que los líderes de PSOE y Podemos se ven hoy las caras con posturas irreconciliables: Sánchez se niega a renunciar a su pacto con Ciudadanos e Iglesias sólo contempla un acuerdo de izquierdas a la valenciana.
El líder del PSOE señaló ayer que no descarta ninguna fórmula de gobierno para desbloquear la situación política del país, incluido un Gobierno que incluya representantes de Podemos y Ciudadanos.
Cuestionados por esta opción, desde la formación morada abrieron la puerta a una fórmula que hasta entonces habían rechazado tajantemente. Errejón evitó un no rotundo al ofrecimiento de Sánchez formar parte de un Gobierno en el que esté el PSOE y Ciudadanos. "La única suma es PSOE más Podemos. Y en esa suma no sobra nadie. A lo mejor Albert Rivera y Ciudadanos deciden que quieren formar parte del acuerdo", agregó. Si bien minutos más tarde matizó a través de su cuenta de Twitter: "No vemos mal que Ciudadanos apoye o se abstenga en un Gobierno a la valenciana".
Una postura que choca frontalmente con el tercero en discordia. Ciudadanos rechaza de pleno apoyar por activa o por pasiva una coalición PSOE y Podemos y advierte de que cualquier movimiento en ese sentido dinamitaría ipso facto el pacto de Sánchez y Rivera.
Mientras, en el PP empiezan a ver las orejas al lobo y a contemplar el pacto para un Gobierno de izquierdas como una posibilidad factible y no como una utopía que utilizar como recurso estratégico en una campaña electoral. Ayer, el portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Rafael Hernando, advertía de que un eventual pacto del PSOE con Podemos "puede ralentizar las inversiones y la creación de empleo" e instaba a Pedro Sánchez a terminar con lo que calificó como "una astracanada" de reuniones paralelas con Pablo Iglesias y con Albert Rivera.
"La broma ha llegado muy lejos y ha durado demasiado tiempo", afirmó con rotundidad Hernando, en una comparecencia posterior a la reunión de la Junta de Portavoces de la Cámara Baja, al tiempo que llamaba a los grupos políticos a ponerse a trabajar "para resolver los grandes problemas que se ciernen sobre los españoles"
En la misma línea, el vicesecretario de comunicación del Partido no dudaba en proclamar que "la cabra tira al monte y la izquierda siempre acaba aliándose contra los Gobiernos de centro derecha".
"Si suman, van a intentar hacerlo" espetó tras la reunión del Comité de Dirección de los populares, para añadir que Sánchez quiere ser presidente del Gobierno y que lo que ocurra en las próximas semanas está en función de si Podemos rebaja o mantiene sus exigencias. "Si las mantiene, será un trágala con aceite de ricino para el Comité Federal", concluyó.