Política

El PP, al borde de un ataque de nervios: Rajoy les desconcierta sobre su investidura

Tan preocupante y difícilmente justificable como el empecinamiento de Pedro Sánchez en presidir un Gobierno con el apoyo de los discípulos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y con los independentistas, es también el inmovilismo aparente de un Mariano Rajoy que, desde el 20D, únicamente se limita a quejarse de la negativa al diálogo del PSOE, pero sin dar, al menos que se sepa, los pasos necesarios para buscar apoyos a ese Ejecutivo estable y de amplio respaldo que tanto pregona y que tan poco hace por lograrlo.

Un Rajoy fiel a sí mismo, que tiene desconcertados a muchos de sus compañeros de Gobierno y de partido, y que debería hacer un examen de conciencia para asumir su responsabilidad personal y la del rodillo parlamentario aplicado durante la anterior legislatura en este aislamiento político al que se ve ahora sometido. Porque si en algo le asiste la razón a Pedro Sánchez es en que Rajoy sólo dialoga consigo mismo. O al menos eso es lo que ha demostrado durante los últimos cuatro años y eso es lo que parece sigue haciendo ahora.

¿Ha llamado, acaso, nuevamente a Sánchez o a Rivera? ¿Ha presentado ofertas o proyectos de consenso a sus posibles aliados? No. Se reserva para la investidura, justifican sus más íntimos ante el estupor declarado del resto de sus colaboradores y de muchos altos responsables del partido, que viven al borde de un ataque de nervios, conscientes de que, para entonces, quizás sea ya tan inútil como tarde.

Una pasividad, al menos de puerta para fuera, que ha llevado ya a varios barones e incluso a algún ministro a plantear que la Presidencia de Rajoy ya no sea una línea roja en las negociaciones con el PSOE -que se mantienen, aunque oficialmente no se admitan- y no descarten ofrecer la cabeza de su hasta ahora líder si ello hace posible el pacto para un gobierno de estabilidad.

Claro que, para eso, habría que contar con el beneplácito de un Rajoy que, como Sánchez, sigue empeñado en defender su primogenitura hasta el final, cuando cada vez son más entre los suyos quienes piensan que, a imitación de Mas, debe dar el paso a un lado y renunciar.

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