
Un periodista amigo muy próximo al independentismo me lo advirtió hace mes y medio; "llegarán al límite -me dijo- pero habrá acuerdo". Lo clavó, fue tal y como lo pronosticó él hasta los más nimios detalles. Me describió las dos almas de la CUP y de qué manera se abriría la formación en dos mitades, como así ha ocurrido, por la figura de Mas quien liderando el proceso que ellos propugnaban les provocaba un rechazo de difícil digestión.
"Será como lo del gallina -auguraba- se enrocarán unos y otros y llegados al punto crítico aparecerá el plan B". Ese plan apareció el pasado sábado cuando ya casi nadie cría posible componenda alguna que pudiera evitar la repetición de las elecciones el próximo mes de marzo. Era una falsa apreciación fundamentada en las reiteradas declaraciones del Presidente de la Generalitat.
Artur Mas se hartó de manifestar que no habría un paso atrás, lo dijo por activa y por pasiva apelando a la democracia , la voluntad popular e incluso a la dignidad. "Esto -llegó a decir- no es una pescadería". La CUP era importante , explicaba, pero no tanto para torcer el brazo a la coalición mas votada el 27 de Septiembre. Todo era mentira.
Ese plan B estaba en su cabeza desde el primer momento y la rotundidad de sus aseveraciones públicas cargadas de principios éticos solo respondían a una estrategia de presión para que los 'cuperos' lo aceptaran y no cargar con la responsabilidad de chafar el proceso independentista.
Bien cerca estuvo de lograrlo, y llegó a convencer a los más ingenuos y menos comprometidos con el proyecto antisistema de la CUP. Tan cerca como que los 'cuperos' escenificaran aquel insólito empate a 1.515 votos que les dejó en evidencia ante Cataluña y el resto de España.
Artur Mas anduvo bien cerca de salirse con la suya y seguir de presidente de la Generalitat a pesar de sus recortes, su desastrosa gestión política y económica y de permanecer enfangado en el 3%. Lo intentó entregando un partido representativo de la burguesía catalana más de derechas a una amalgamas de revolucionarios "anarcoides" con un proyecto delirante.
Nada le importaba del padecer de los catalanes y del parón que se cierne sobre su ya maltrecha economía. Nada le importaba antes ni le importa ahora. Si Mas cede no es por patriotismo ni por unas convicciones independentistas a las que llegó tardíamente y sin duda acuciado, como todo el pujolismo, por la necesidad de ponerse a cubierto de la justicia española.
Si cede es por la expectativa clara de que unas nuevas elecciones no solo habrán quebrado la línea rupturista dejando aún mas en minoría al soberanismo sino que reduciría la fuerza de los convergentes a la mínima expresión.
Ese amigo periodista que atinó con el pronóstico no tenía idea de cuál era el plan B pero les conoce bien y sabe que solo piensan en ellos. Por eso se han sacado de la manga a un nuevo candidato con el que pudieran contar para una investidura exprés. Alguien lo suficientemente fanático de Mas para encabezar aquella manifestación de ediles con las varitas de mando cuando hubo de responder ante la justicia por su imputación en el referéndum de las cajas de cartón.
Carles Puigdemont no es el mejor presidente para Cataluña, al menos no ha sido elegido por eso. Tampoco por ser quien mejor puede pilotar ese llamado 'procés' que pretende adentrarse en la ilegalidad invocando el deseo de los catalanes cuando la mayoría se ha pronunciado en contra del mismo. Por no ser no es ni el más brillante de los políticos convergentes ni el que mayor liderazgo suscita.
Puigdemont ha sido escogido por Artur Mas para sustituirlo al frente de la Generalitat porque es su seguidor más leal, el que más le conviene. Alguien que le defenderá a muerte, el presidente de su club de fans. Porque el hijo político de Pujol no da por concluida su carrera y necesita alguien a quien cree puede manejar a su antojo. Este es el perfil y la circunstancia de Carles Puigdemont el tipo al que han investido presidente de la Generalitat con los votos imprescindibles de los diputados de la CUP. Solo han cambiado la cara, la ausencia de escrúpulos sigue intacta.
Parecía imposible que la política en Cataluña cayera aún más bajo de donde el hasta ayer President la había hecho descender pero una nueva chapuza ha logrado cavar en el fango. Y allí donde han llegado ninguna pescadería huele tan mal.