Política

La 'garganta profunda' de Mas

Mas, al fondo, preside el polémico consell. Imagen: EFE

Pocas situaciones resultan tan inquietantes como tener a un espía en casa. Temer que cualquier cosa que digas o hagas en el que hasta entonces creías tu espacio de confianza puede trascender y terminar en boca de todos. He conocido casos de auténtica obsesión por intentar adivinar cuál de sus íntimos colaboradores se iba de la lengua. Cómo le cambia la mirada a quien emprende esa caza de brujas en la que vislumbra una sombra de sospecha en cada potencial felón que se le acerca.

Esa debe ser la mirada que Arthur Mas proyecta ahora sobre cada uno de los consejeros que el pasado martes día 28 de octubre asistieron a la reunión del Consejo Ejecutivo del gobierno catalán. Uno de ellos, probablemente el que menos se imagina el presidente, contó a un periodista los términos en que se produjo la discusión interna sobre la resolución secesionista en el Parlamento autonómico. Y cuando digo contar no me refiero a unas cuantas indiscreciones deslavazadas sino un relato secuenciado, pormenorizado y explícito sobre lo que dijo cada cual y con qué palabras precisas. Un relato propio del amanuense que ha de dar fe puntual de lo acontecido.

Aquella garganta profunda con alma de notario relató cómo fueron llegando a la sala Tapies del Palau de la Generalitat poco antes de las diez de la mañana e iban manifestando en esos minutos informales su estupor por el discurso de Carme Forcadell y su "viva a la República Catalana". Y cuenta que, a las dos horas de reunión, pusieron sobre la mesa que Convergencia, Esquerra y la CUP acababan de registrar en la cámara catalana una resolución de ruptura con la legalidad española y de desobediencia al Tribunal Constitucional.

El relator especifica que alguien pidió que hicieran fotocopias del texto, porque nadie les había contado nada del asunto, y se recrea en la reacción del conseller de Economía. Mas Colell es el hombre más respetado del Govern, y cuando cae el texto en sus manos se sube las gafas a la cabeza y al cabo de unos minutos espeta en tono airado un "¿pero esto qué es?" que suena como un trueno en el silencio de la sala Tapies. "Barbaridad" fue el término escogido por el consejero económico de Mas para definir lo que había leído.

El alegato brutal de Mas Colell dio paso a un encendido debate del que la Garganta Profunda del Govern siguió tomando nota como un puntilloso escribano. Intervino el titular de Interior, Jordi Jané, uno de los más leales a Convergencia, quien no solo se manifestó contra la resolución sino que alertó de los riesgos que comporta ese camino. Tras él se despachó, en parecidos términos, el consejero del Territorio, Santi Vila, con una adenda crítica para Carme Forcadell por su ida de olla.

En su afán de no dejar un solo matiz sin recoger, el conseller indiscreto cuenta cómo Irene Rigau y Felip Puig preguntaron si la sediciosa resolución permitiría al menos la investidura de Mas.

Quien tuvo que manifestar que se habían metido en semejante berenjenal a cambio de nada, quien hubo de comunicar supongo que apesadumbrado sino abochornado, que habían hecho un pan con unas tortas no fue otro que el conseller de Presidencia, Francesc Homs.

Sobre esa discusión de tan pésimo negocio también dio detalles el improvisado cronista poniendo el énfasis en el argumento del president, quien se esforzaba en recordar que la aproximación a la CUP era la única manera de intentar formar un gobierno. Así hasta la pregunta lapidaria de un casi lloriqueante Arthur Mas: "Entonces, ¿qué me estáis pidiendo? ¿Qué haga elecciones?". Y tras ella toda suerte de elucubraciones sobre qué hacer para salvar su trasero. Fin del relato.

El que haya trascendido lo que allí ocurrió no es asunto menor. La propia indiscreción revela que hay consejeros muy hartos y hasta qué extremo se degrada la cohesión interna en el núcleo duro de convergencia ante la disparatada deriva de su líder.

El lunes día 2, el Comité Ejecutivo de Convergencia discutía formalmente la resolución secesionista. Dice su portavoz que el apoyo a la misma fue unánime pero lo cierto es que ni siquiera la votaron. Si los escuderos del presidente se echan las manos a la cabeza, qué pensarán de lo que está haciendo con el partido y con Cataluña los menos afectos. Arthur Mas ya sabe que no todos los suyos están dispuestos a seguirle hasta el desastre y ha encargado a su fiel Homs que averigüe la identidad del traidor. Su farsa política no resiste el relato de una garganta profunda.

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