
El PP no gana para sustos. El último de ellos -tras una jornada en la que el extesorero del PP balear, cuñado para más señas de Jaume Matas, confesara que las campañas de los populares se pagaban en negro-, ha sido la posible marcha de Arantza Quiroga, presidenta del PP en el País Vasco. Quiroga quería "mayor implicación para cerrar la etapa de ETA".
El miércoles, el diario El Mundo despertaba la actualidad política con una información que rubricaba la disposición de Quiroga de invitar a EH-Bildu a participar en el Parlamento vasco en una ponencia de Libertad y Convivencia.
Las alarmas se encendían enseguida. El ministro Alfonso Alonso negaba la mayor y la AVT avisaba de que una actuación de estas características conllevaría la falta de apoyo en las urnas de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. En definitiva, un torpedo en plena línea de flotación, en un momento en el que Génova, 13 se devanea los sesos con el diseño de la campaña de las generales y con unas listas aún por rematar, entre otras menudencias.
Tras el tsunami provocado por la información, Quiroga se enfrentaba a los medios de comunicación para decir donde digo digo, digo diego. Eso sí, filtrando que desde un principio tuvo el respaldo de Cospedal, y matizando que retiraba su propuesta, pero seguía pensando que la misma iba en la dirección correcta.
Con la declaración de la presidenta vasca, el PP daba por cerrada esta crisis. Pero el jueves, Quiroga se ausentaba del pleno del Parlamento vasco (por "indisposición"), lo que obligaba al Partido Popular a activar el piloto rojo para achicar más agua del barco. Una nueva crisis en menos de 24 horas, taponada con otra comparecencia desde la sede nacional, donde tanto Casado como Maroto, negaban una posible renuncia de Arantza Quiroga, y mostraban un apoyo con su compañera de partido que no había sido tan explícito el día anterior.
Una crisis semiencubierta
La última crisis de los populares, esta vez la del País Vasco, revela una crisis de liderazgo semiencubierta en la que se el bloque de Alonso-Oyarzabal-Maroto y sorayos se enfrenta a una cada vez más sola Quiroga, hoy con el único apoyo de Cospedal. Pero el trance llega en mal momento. El PP anda estos días diseñando listas, esculpiendo programas, y tratando de esconder las numerosas riadas que inundan la marcha de la organización política, con una Gürtel que no supura su herida, una trama Púnica abierta en canal, un Rodrigo Rato todos los días en los telediarios, y para coronar el buen ambiente, los sucesivos avisos de Aznar.
Así pues, y con estos mimbres, la renuncia de Arantza Quiroga no es correctamente política -habrá que ver cuánto aguanta-, aunque entre bambalinas se anhele por muchos, sobre todo si se tiene en cuenta el número de votos que el PP aspira obtener el próximo 20 de diciembre en Euskadi.
Para enredar el enredo, a última hora de ayer, el popular Borja Sémper remataba la faena asegurando que Quiroga "sigue siendo "útil" para el PP, pero que "depende de ella decidir su futuro político".