
"Ladran luego cabalgamos", pocas frases son más usadas universalmente que esta cuya autoría está en discusión. Se emplea sobre todo en política y, aunque siempre se oyó decir que pertenece al Quijote, lo he leído un par de veces y no recuerdo haberla visto allí. Me cuentan que fue el escritor alemán Goethe quien alumbró tan celebrada máxima en su poema El Labrador que, francamente , nunca ha caído en mis manos.
Lo que no albergo duda alguna es de que en ese Universo catalán de Artur Mas habrá un sesudo soberanista investigando a fondo el famoso dicho para situar su alumbramiento en algún lugar del Ampurdán o tratando de demostrar que su autor nació también por allí , ya sea Cervantes Goethe o el mismísimo Aristóteles.
De momento ,y mientras lo consiguen, creo que la frase en cuestión describe muy gráficamente la reacción mostrada por el núcleo duro del independentismo ante la tribuna que el ex presidente del gobierno Felipe González dirigió el pasado domingo "a los catalanes".
Todos los aliados de Mas salieron en tromba para criticar, cuando no insultar abiertamente, al líder socialista por tener la osadía de apostar por reformas pactadas que "garanticen los hechos diferenciales" o por atreverse a abogar públicamente por algo tan escandaloso como el diálogo para no romper la unidad.
Personajes del nivel intelectual y político de Carmen Forcadell , ex presidenta de la llamada Asamblea Nacional, se rasgaba las vestiduras acusando a González de usar los mismos argumentos que la derecha española. Y lo dice sin rubor quien fue amamantada por Mas para usarla cuando fuera menester , como es ahora el caso, y quien está dando cobertura a la auténtica derechona de Cataluña, la que recorta en los servicios sociales pero no en el 3%.
"Exabruptos", lo ha llamado el Coordinador General de Convergencia , Josep Rull , que ha visto en la mencionada epístola una nueva versión del Apocalipsis. Rull cree que don Felipe describe el fin del mundo por decir algo tan obvio y reconocido en todas las cancillerías europeas como que no habrá un solo país dispuesto a asumir el riesgo de descomposición de la estructura de los estados de la Unión. Que nadie, en definitiva, reconocerá la independencia que se proponen declarar poniéndose los marcos legales por montera. No es la descripción del fin del mundo sino de una gigantesca estupidez.
Pero entre los escuderos de Más se oyen ladridos aún más delirantes que evidencian hasta qué extremo los argumentos de Felipe Gonzalez cabalgan a lomos del sentido común. El cabeza de lista por Tarragona, un tal Germá Bel, acusa al ex presidente de "querer súbditos no ciudadanos", presuponiendo o fabulando sobre una merma en los derechos y libertades de los catalanes con respecto al resto de los pobladores del Estado que nadie sabe cuándo se ha producido.
Ya no importa que sea verdad lo que se dice o que tenga siquiera visos de realidad. Todo vale en favor de la causa independentista. Incluso insinuar la publicación de la carta de González como una conspiración de la que también forma parte el registro de la Guardia Civil en la sede de Convergencia.
La perla pertenece al diputado de Esquerra Republicana Marc Sanglas, que olvidó un pequeño detalle que deja su intelecto a la altura del betún. Si alguien registró la sede de CDC, si alguien buscó documentos tan incontestables como el hallado en la caja fuerte del constructor Somarroca , fue gracias al sumario abierto hace dos años por la denuncia de una concejala de ERC contra el alcalde convergente de Torredembarra. Con los nervios se le ha pasado.
Es cierto que, aunque en el independentismo catalán haya ciertos tics propios del fascismo, la referencia de González a la Alemania de los años 30 resulta a todas luces exagerada. Pero nunca en cualquier caso tanto como las expresiones a que el inefable Joan Tarda nos tiene acostumbrados. "González vomita bilis contra el proceso soberanista y, si pudiera - dijo- haría la guerra sucia". Así es la prosa poética del diputado con vocación de jefe de pista. Un bonito ladrido, que corresponde a una gran cabalgada.