Política

El pacto imposible entre PP y PSOE

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Imagen: EFE

El secretario de Organización del PSOE César Luena lo ha vuelto a aclarar, por si a alguien aún le quedaban dudas. Su partido no pactará ni antes ni después de las elecciones generales con el partido que representa la derecha insolidaria que ha destruido virtualmente la sociedad española con sus recortes.

El razonamiento de Sánchez, Luena, López y Hernando es sencillo, y no difiere mucho del que ya defendiera el tándem Pérez Rubalcaba-Valenciano: las decisiones que ha adoptado el gobierno de Rajoy han buscado dañar a las familias españolas, quebrar el futuro de los jóvenes y perjudicar a los pensionistas por puro disfrute político. Y en consecuencia, apoyar a esa formación política estaría a la misma altura que entenderse con Bildu, por utilizar como han hecho una metáfora a mano relacionada con el brazo político de una organización terrorista y asesina.

El juicio de la Historia determinará si, como dicen los socialistas, el gobierno popular del período 2011-2015 trabajó para hundir en la miseria a los españoles, e incluso discernirá si quien hace esa comparación merece la confianza de un porcentaje de apoyo electoral superior al 25% de los votantes, uno de cada cuatro.

Pero antes de ese juicio imparcial y definitivo, nos toca analizar la excusa perfecta que el partido de la oposición pone para que nadie sueñe siquiera con un diálogo entre los dos grandes partidos, y nos toca analizar también si el presidente Rajoy pone las condiciones necesarias para propiciar no ya un acuerdo de gobierno en el que los ministerios se repartieran arbitrariamente entre los dos partidos, sino pactos puntuales en cuestiones de Estado que harían mejor la vida de los ciudadanos españoles. En sanidad, educación, justicia y pensiones, por ejemplo.

La determinación del PSOE a no pactar nada de forma apriorística con el PP revela una conducta escasamente democrática. Sea Rajoy el que esté al frente de los conservadores o sea cualquier otro/a (parece que más opciones para 'a' que para 'o'), sus siglas reciben y recibirán millones de votos que representan a una parte importante de la sociedad española. A quien desprecian Sánchez y Luena es a esos miles y miles de ciudadanos que en pleno uso de su libertad deciden apoyar a un partido que luego es considerado como apestado e indigno de convertirse en interlocutor para dialogar sobre cualquier aspecto de la vida pública.

Tampoco parece probable que el socialismo quiera forzar una renuncia de Rajoy, como sí parece que podrían hacer otras fuerzas como Ciudadanos, porque no es a él a quien atribuyen en solitario la decisión de perjudicar a los españoles a sabiendas, sino a ese concepto indefinido que es "la derecha insolidaria", término ventajista que ignora el daño causado, seguro de forma involuntaria, por el presidente Zapatero cuando en mayo de 2010 aprobó el que entonces era el mayor recorte de derechos sociales de la historia democrática española.

El gobierno y el PP no contribuyen tampoco a un posible entendimiento con la primera opción política de oposición en España. No le otorgo la mayoría de la responsabilidad, pero sí un cuarto de la misma. Los socialistas no quieren ni oír hablar de pactos, pero los populares no allanan el camino ni fuerzan un diálogo que ahora sería aconsejable y después de las generales ineludible. Rajoy y Sáenz de Santamaría deberían ser más conscientes de que las aulas no pueden soportar cambios legislativos constantes en función del color político que domina, ni los hospitales, ni las togas ni la hucha de la Seguridad Social. Y para evitarlo hay que lanzar ofertas de pactos de Estado.

La ausencia de un mínimo entendimiento "de país" como ocurre en Alemania es especialmente sangrante en el episodio antiespañol y separatista de una parte de Cataluña. Sería imprescindible que PP y PSOE hablaran con la misma voz en defensa de la legalidad y la Constitución, pero la posición de equidistancia de Sánchez respecto a Mas y a Rajoy hace imposible cualquier posibilidad. Hasta Felipe González lo ha escrito. Y en ausencia de una posición común de ambas formaciones, la alianza viene de fuera, con la todopoderosa Merkel que ha dicho algo tan obvio que cuesta trabajo no escucharlo más veces por nuestras latitudes: que Europa no permitirá una Cataluña independiente porque hay que respetar la legalidad nacional e internacional que en los Tratados de la UE está escrito que hay que garantizar la soberanía y la integridad territorial de cada Estado. Ni más ni menos.

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