Política

Qué hacer cuando tocas techo: el caso de los ocho superministros

Mariano Rajoy. Imagen: Archivo.

Adolfo Suárez fue un político atípico por diversas razones. Una de tantas fue que cuando perdió no se retiró. De hecho, creó un partido nuevo y siguió presentándose a las elecciones sin éxito, aunque estuvo en el Congreso tres legislaturas más. Al final dimitió, se deshizo su partido y él se retiró de la política diez años después de dejar la presidencia del Gobierno.

Como dijo Felipe González, los expresidentes del Gobierno son como jarrones chinos: piezas de inestimable valor pero que uno jamás sabe para qué sirve ni dónde colocar. A excepción de Suárez, en España los expresidentes del Gobierno han ido retirándose sin hacer demasiado ruido más allá de eventuales (y normalmente explosivas) declaraciones. El más discreto hasta la fecha ha sido José Luis Rodríguez Zapatero, quién sabe si por aquello del poco tiempo que ha pasado desde que se fue.

Esos retiros son algo bastante común en la mayoría de democracias avanzadas del mundo. En EEUU por ejemplo no es que el ganador se retire cuando acaba su mandato (más que nada porque no puede repetir), sino que los perdedores suelen hacer lo propio. Especialmente dramático fue el caso de Al Gore, que se veía ganador, o de Mitt Romney, de cuya caída la prensa hizo un exhaustivo seguimiento.

Pero "la mayoría" no es igual a todos. El caso paradigmático es el italiano, cuyo sistema electoral favorece una enorme fragmentación y, por tanto, una gran inestabilidad. Es habitual que el presidente de la república nombre (y cese) a varios presidentes del Gobierno durante su mandato y, a la vez, es habitual que viejos conocidos vuelvan tras haber caído. Qué decir de Silvio Berlusconi, hasta tres veces primer ministro, que parecía que nunca iba a irse. Otros, como Francia, podrían unirse a la lista de líderes que vuelven si los sondeos siguen sonriendo a un Nicolas Sarkozy cuya primera rival parece más Marine Le Pen que quien quiera que sea el candidato socialista.

Titanes de la poltrona

Pero un presidente es un presidente y un ministro es un ministro. Y los ministros, ellos sí, vuelven a aparecer, como el turrón en Navidad. Algunos más que otros, todo hay que decirlo. En nuestra joven democracia hasta 191 personas distintas se han sentado en el consejo de ministros, 38 de las cuales han sido mujeres. Como ya contamos, hay auténticos faraones en lo que a cargos se refiere (como Solana, Rubalcaba o Rajoy, con siete distintos cada uno), en legislaturas mandando (como Fernández Ordóñez, que estuvo en cinco distintas) o en tiempo total en el Consejo de ministros (donde González, Solana y Serra se llevan la palma con casi 5.000 días de poder cada uno). Y eso por no hablar de las Cortes.

Pero además de estos titanes de la poltrona, España ha disfrutado de ministros que, no contentos con volver, encima cambiaron de competencia. Son esos políticos propios del Renacimiento, con conocimientos tan vastos y diversos que tan pronto podían regir los destinos de la política Exterior como ocuparse de la recaudación en Hacienda o regular en Justicia. De esas 191 personas, si se eliminan las sillas destinadas a presidentes y vicepresidentes y se miran únicamente los ministerios temáticos, hasta 30 personas han levantado más de dos carteras distintas. La palma se la lleva el PSOE, que ha tenido a 13 repetidores -eso sí, en seis legislaturas-. Le sigue UCD, con once en sólo dos legislaturas, y por último el PP con seis en tres.

Pero entre esos elegidos aún hay clases: 191 miembros del Consejo de ministro, 30 de los cuales han tenido más de una cartera distinta, y ocho superministros que han manejado hasta tres carteras diferentes. En este apartado tan elitista UCD es quien gana, con tres de estos titanes de la gestión: Francisco Fernández Ordóñez, que manejó Hacienda, Justicia y Exteriores; Alberto Oliart, que estuvo al frente de Industria y Energía, Defensa y Sanidad y Seguridad Social (y décadas después RTVE); e Íñigo Cavero, que se encargó de Educación y Ciencia, Justicia y Cultura y Bienestar.

Los otros partidos también tienen a sus líderes del levantamiento de carteras ministeriales. En el PSOE Javier Solana manejó Educación y Ciencia, Cultura y Exteriores (y a la postre se fue a la OTAN y alto cargo de la UE) y Elena Salgado fue superministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Economía y Hacienda y Administraciones Públicas (además de vicepresidenta)

El PP merece mención aparte porque sus superministros han sido posiblemente los más poderosos: Josep Piqué manejó Industria y Energía, Exteriores y Ciencia y Tecnología (y exitoso empresario aeronáutico dirigiendo Vueling), Ángel Acebes llevó Administraciones Públicas, Justicia, Interior (y la tristemente célebre portavocía del Gobierno) y, a Mariano Rajoy. Antes de ser presidente del Gobierno (y vicepresidente), el también presidente del PP fue superministro de Educación, Administración Territorial e Interior. Será por cargos.

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