
Las elecciones del 27 de septiembre en Cataluña se presentan como un artilugio altamente inflamable con múltiples aristas y preñado de contradicciones y trampas en su procedimiento que emborronarán el resultado final u obstaculizarán realizar una lectura objetiva del mismo.
La primera surge de la propia esencia de su convocatoria, firmada por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, el lunes 3 de agosto. Se trata de una convocatoria de elecciones autonómicas ordinarias y asépticas en su procedimiento. Sin embargo, el propio 'president' ya advirtió que la lectura del resultado iría por otros derroteros.
"Todo el mundo sabe que el 27S el recuento que se hará tendrá este carácter" plebiscitario, apuntó Mas y, al igual que el líder de ERC, Oriol Junqueras, y el coordinador general de CDC, Josep Rull, defendió que para saber quién ha ganado habrá que contar los escaños que obtengan Junts pel sí (su lista unitaria con apoyo de ERC) y CUP.
¿Elecciones o plebiscito?
La primera contradicción está servida: se trata de unas elecciones autonómicas ordinarias, con varios partidos que concurren con el ánimo de presidir la Generalitat, pero donde se está decidiendo la respuesta de una pregunta cerrada de sí/no: ¿quiere que Cataluña sea un país independiente?
En definitiva, con estas elecciones, Artur Mas ha logrado rizar el rizo y dar legitimidad a su consulta ilegal el pasado 9 de noviembre.
Un recuento difuso
La segunda trampa reside en cómo contabilizar los votos para conferirles un sentido. Mientras que en unas elecciones ordinarias el resultado está determinado por el número de escaños (diputados) que sume cada partido o lista (y que no tiene correlación directa con el número de votos sumados), en un plebiscito todos los votos valen lo mismo y se cuentan de modo individual, tantos 'síes' contra tantos 'noes'.
La pretensión de Artur Mas es obtener una apreciación del resultado basándose en los escaños obtenidos, para los que ha definido que lograr 68 (mayoría absoluta) significaría el triunfo del proyecto independentista. Esta concepción del recuento está siendo muy criticada por sus oponentes, que le acusan de rebajar al mínimo las condiciones para sentir respaldo en su plan de secesión.
"Mas es muy consciente de que si la mayoría de los que viven en las grandes ciudades va a votar, su invento de la independencia se desmonta", ha argumentado Xavier García Albiol, candidato del PPC en estos comicios.
La clave está en que los escaños no se traducen directamente en votos, por lo que se necesitan más votos para lograr un diputado en Barcelona que en Lleida.
Por lo tanto, interpretar el 'sí' a la independencia basándose en un recuento de diputados podría dar lugar a la paradoja de que la secesión obtuviese un respaldo mayoritario en asientos en el Parlament pero una mayoría insuficiente en número de votos.
La participación
La tercera ambigüedad que dificulta la comprensión del resultado que arrojen las urnas catalanas el 27S reside en la cuota de participación.
Cuando se juega el futuro territorial de la región de un país, ¿cuál es la cifra mágica de participación que certifique un respaldo suficiente entre sus ciudadanos? ¿Resultaría válido un 60%, por ejemplo, como reflexiona el diario La Vanguardia? La falta de consenso y de determinar qué porcentaje sería suficientemente representativo para emprender la secesión de España compone el último escollo para una correcta interpretación de los resultados.