No cabe duda de que los gestos, que matizan el protocolo, tienen importancia en política, y el ritual que rodeó la entrevista de hoy entre Zapatero y Rajoy, la décima desde que ambos ocupan sus respectivos roles en el poder y la oposición, ponía de manifiesto que ésta era amistosa por primera vez.
Preparada a conciencia por ambas partes, se conocía ya la predisposición de ambos a cerrar acuerdos, y sobre todo, a cambiar el clima, desde la crispación a cierta cordialidad presidida por el mutuo respeto.
Y, en efecto, Rajoy, despejado y sonriente, llegó puntual a la cita y Zapatero, que en todas las ocasiones anteriores le aguardó en lo alto del rellano palaciego, bajó esta vez las escalerillas del porche que da acceso a La Moncloa para recibirle nada más salir del coche. Ambos volvieron a subirlas juntos y posaron unos segundos ante los fotógrafos. Los dos, de oscuro y con corbatas demasiado clásicas, se mostraron relajados y atentos antes de comenzar su reunión, que duraría poco más de dos horas.
Rueda de prensa en Génova
Pero Rajoy quiso marcar distancias a la salida: en lugar de celebrar su rueda de prensa en el propio Palacio, lo hizo, como estaba previsto de antemano, en la sede del PP en la calle Génova. Y si Zapatero empezó explicando los acuerdos y dejó para el final los desacuerdos, Rajoy prefirió hacerlo al contrario, aunque a la postre y en resumen los dos políticos emitieron mensajes sensiblemente idénticos.
Las entrevistas celebradas hasta ahora habían durado desde poco más de una hora (la del 7 de septiembre de 2004, cuando ambos profundizaron sus diferencias sobre el modelo territorial a cuenta del Estatuto catalán) y dos horas y media. La anterior entrevista formal entre ambos en Moncloa tuvo lugar el 11 de junio de 2007 y duró una hora y media. La de hoy, poco más de dos horas, estuvo pues entre las más largas. Y todo indica que consiguió el objetivo de cambiar radicalmente el clima de la relación.
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