
La antinomia física y sociológica que se plantea entre Albert Rivera y Mariano Rajoy refleja probablemente el abismo dialéctico que separa a las dos opciones que ambos encarnan y que competirán dramáticamente en las extrañas elecciones generales que se avecinan, a las que, si no hay conmociones, concurrirán cuatro fuerzas de semejante porte (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) junto a otras minorías (IU, UPyD, etc.). Rajoy estudia a Albert Rivera al milímetro.
Albert Rivera (35 años) es el más joven de los cuatro políticos que encabezan el cuarteto dominante según las encuestas y Rajoy el más viejo (60 años). Albert Rivera es el político que mejor calificación obtiene en las principales encuestas (+18 es el saldo entre quienes aprueban y desaprueban en el último sondeo de Metroscopia) y Rajoy el que obtiene la peor (-48).
Diferencias sensibles
Hay otras diferencias sensibles: Rivera no tiene biografía y Rajoy sí. Rivera posee un potente carisma personal y Rajoy no. Rivera tiene sintonía generacional con sus hipotéticos socios (Pedro Sánchez, Pablo Iglesias) y Rajoy pertenece a una generación anterior y utiliza un lenguaje distinto. En Ciudadanos no ha habido corrupción hasta ahora y en el PP sí.
La disyuntiva es, pues, llamativamente amplia, pero se extiende sobre un bagaje ideológico relativamente cercano, no excluyente. En otras palabras, el votante potencial del Partido Popular no experimenta rechazo ante la eventual posibilidad de votar a Ciudadanos. Ambos se mueven aproximadamente en el mismo espacio central, aunque los dos tengan adherencias ultramontanas.
Esta contigüidad es, resulta ocioso decirlo, extremadamente peligrosa para el Partido Popular, que tan sólo puede argumentar un elemento para impedir el deslizamiento de quienes, aun identificados con lo que es y representa el Partido Popular, se han irritado con esta formación política y quisieran cambiar políticamente de aires sin echarse en brazos de Podemos, que es la otra gran opción alternativa: la experiencia acreditada del PP, con muchos años de trayectoria a sus espaldas y una dilatada acción de poder en el curriculum. Lo que pasa es que la experiencia es siempre ambivalente y produce a la vez adhesión y rechazo.
La losa del pasado
En esta tesitura, es lógico que el PP trate de desactivar la fuerte competencia que padece de parte de Albert Rivera. Y como no puede rejuvenecer a Rajoy, ni dotarle de mayor atractivo, ni borrar el pasado, no tiene otra opción que exagerar la bisoñez del partido rival, desacreditar a sus asesores -Luis Garicano se ha convertido en la 'bestia negra' de Génova- y alardear de una obra de gobierno experimentada, ocultando en lo posible los claroscuros.
Consiguientemente, ésta será la estrategia del PP. El tiempo le dará o le quitará la razón.