Política

El intransigente talante de Rosa Díez aboca a UPyD a una crisis definitiva

Rosa Díez, líder de UPyD, en la rueda de prensa del lunes. Imagen: Archivo

El enrocamiento numantino con el que Rosa Díez se está agarrando al partido creado por ella misma, su ceguera por no ver hasta dónde ha colocado a su formación deteriorando su discurso fundacional, acabará con cualquier aspiración de la dirigente vasca. Son demasiadas las voces que le alertan del peligro. La guadaña está a la vuelta de la esquina. Cantó se une a Lozano y Anchuelo y también pide la dimisión de Rosa Díez.

EN DIRECTO: crisis en UPyD tras el 22M. Es muy opinable la utilidad y oportunidad de las bisagras que, como UPyD, desarrollan un papel relativamente estimulante con la conciencia de que nunca van a gobernar. UPyD, en concreto, fue una invención de Rosa Díez, veterana socialista, que después de ser consejera del Gobierno vasco y eurodiputada del PSOE, fundó una organización -un "chiringuito", ha dicho más uno malévolamente- para proseguir con más comodidad una carrera política que probablemente había llegado al límite en su posición anterior.

En los sistemas parlamentarios, las bisagras son polémicas porque, en determinadas condiciones, acumulan un poder exorbitante ya que a veces pueden decantar el signo político de un gobierno (el FDP, partido liberal alemán, por ejemplo, dio alternativamente el poder a democristianos y socialdemócratas). En cualquier caso, son instituciones respetables, siempre que busquen el bien común.

El papel de UPyD

UPyD puede alardear de haber desempeñado un papel relevante en algunas cuestiones: sus denuncias contra la corrupción -la del caso Bankia- ante la pasividad de los grandes partidos han sido muy eficaces. Y su papel en defensa de libertades ha resultado a veces brillante, como en el apoyo que ha prestado a la militar Zaida Cantera, víctima de abusos y del machismo castrense, asunto en el que ha intervenido decisivamente la diputada de UPyD Irene Lozano. Díez, a tres dimisiones de dejar la dirección.

UPyD consiguió un escaño de diputado -el de Rosa Díez- en las elecciones generales de 2008 y cinco en las de 2011, lo que le dio una relevancia objetiva. Después, consiguió cuatro escaños en las elecciones europeas. Pero la legislatura está siendo muy intrincada y ha registrado el ascenso meteórico de Ciudadanos -que logró dos escaños en las europeas-, una vez que la organización de Albert Rivera ha decidido salir de su feudo catalán.

Rosa Díez se ha equivocado absolutamente al negarse en redondo a cualquier convergencia con Ciudadanos. Tanto ha sido sí que el eurodiputado Sosa Wagner, un personaje dignísimo y brillante, tuvo que marcharse de UPyD tras haber defendido la fusión. Se hacía patente que Rosa Díez quería controlar hasta las últimas consecuencias el devenir del chiringuito y no estaba dispuesta a compartir liderazgo.

El malestar interno ante tanta intransigencia y ante el talante cada vez más autoritario de la lideresa ha engendrado una verdadera revuelta interna, que se ha agravado a medida que se ha ido haciendo evidente el sorpasso de Ciudadanos, que ha sido brillante en las elecciones andaluzas: Ciudadanos, con 370.000 votos, ha logrado 9 escaños, en tanto UPyD no sólo no ha conseguido ninguno sino que ha visto caer en más de un 60% los pocos votos que obtuvo en 2012.

Ante este desastre, los cargos institucionales de UPyD, siguiendo el sentir de las bases, han exigido a Díez que asuma responsabilidades, pero no ha habido respuesta. La fundadora no se resigna a echarse a un lado: prefiere hundirse con el barco, si hace falta. Calvet le pide cuentas a Rosa Díez y a Lozano.

Y esto está a punto de ocurrir: ante las señales de que el centro político es ya de Albert Rivera y los suyos. Así pues, Rosa Díez se expone a quedarse absolutamente sola tremolando patéticamente el estandarte deshilachado de una organización completamente consumida.

Este miércoles, Rosa Díez ha nombrado a Andrés Herzog portavoz adjunto de la formación magenta.

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