
La semana que concluye, última de intensa actividad política antes de las vacaciones, pasará a la pequeña historia de la legislatura por sus dos hitos fundamentales: la sesión parlamentaria del miércoles en que Zapatero se enfrentó a toda la oposición en sus diagnósticos y propuestas sobre la crisis económica, y el XXXVII Congreso del Partido Socialista, que se celebra este fin de semana, apenas cuatro meses de la victoria electoral del 9 de marzo.
El tratamiento parlamentario de las crisis económicas tiene un guión invariable que también se siguió miércoles: el responsable del Ejecutivo, aun reconociendo la gravedad de la coyuntura, no puede -por interés político pero también porque es su obligación no extender el pánico- aceptar la gravedad de la situación, debe ofrecer terapias que en la mayor parte de los casos son poco eficaces porque el problema es en lo fundamental externo, tiene que intentar generar confianza y esperanza... y ha de someterse a la crítica despiadada de toda la oposición, que cumple así con su obligación estimulante pero además aprovecha la circunstancia para desgastar a la mayoría.
Las causas de crisis
Todo discurrió, efectivamente, según este esquema. Zapatero expuso con suficiente claridad la situación, que es preocupante; mostró las causas de la crisis, que en gran medida son exógenas; refirió las medidas adoptadas y en proyecto sin aportar novedades, y abogó por un cambio en el modelo de crecimiento, que ha de deslizarse desde el que acaba de periclitar, basado en la construcción y en la demanda interna, hasta otro mucho más moderno que se sustente sobre los pilares de la productividad y la demanda exterior.
PP y CiU convinieron en esta necesidad de evolución de nuestro sistema socioeconómico, pero acusaron al Ejecutivo de minimizar el alcance de la crisis y de no haber tomado todas las medidas adecuadas.
Es probable -habrá que aplazar el juicio definitivo a más adelante, cuando se conozcan todas las actuaciones gubernamentales- que acierten los críticos que aseguran que falta impulso para luchar contra inflación en lo que a nosotros nos concierne -ese eterno diferencial de en torno a un punto que nos separa del promedio europeo-, para liberalizar los sectores todavía intervenidos, para estimular la competencia y para flexibilizar el mercado de trabajo. Con todo,
Sectores menos favorecidos
Zapatero, hábilmente, desvió el debate técnico hacia parajes políticos: no hay una sola fórmula frente a la crisis sino dos: la socialdemócrata y la conservadora. Aquélla propone enfrentar el problema minimizando los daños que afecten a los sectores menos favorecidos; la derecha, según esta tesis, sería insensible a tales necesidades y por ello prefiere la reducción drástica del gasto público, aunque padezcan los principales servicios.
En cualquier caso, el discurso más ecuánime fue el de Duran Lleida, quien hizo un buen diagnóstico, postuló unas recetas adecuadas que van al fondo del problema -el cambio de modelo, correctamente planteado- y brindó al Gobierno el apoyo que evidentemente necesita, toda vez que una vez más quedó al descubierto la soledad del PSOE y del Gobierno en esta legislatura, en la que el PP, con su rostro actual más amable y dialogante, ha adquirido una súbita capacidad de pactar con las restantes minorías.
Política económica
elEconomista informaba el jueves de que sectores económicos e intelectuales del PSOE estarían postulando una política económica alternativa basada en el viejo keynesianismo: incrementar significativamente la inversión productiva con cargo al déficit público para reactivar la economía. Tan lógico es que resurja ahora un 'sector crítico' interno contra el 'neoliberalismo' socialista como imposible aplicar estas viejas (y dudosas) recetas que están en contradicción con la letra y el espíritu de los Tratados europeos. El Gobierno, sin salir de la ortodoxia, está en la dirección correcta, aunque tengan razón quienes le reclaman más intensidad en la batalla, medidas más audaces... y una mejor política de comunicación.
El Congreso del PSOE
El XXXVII Congreso del PSOE que está teniendo lugar ha sido certeramente descrito por un cronista catalán como el del 'cambio sin cambios'. En efecto, aunque la cúpula dirigente quiera rehuir la autocomplacencia de la victoria electoral reciente y aprovechar esta ocasión para innovar el partido orgánica e ideológicamente, es evidente que el enclavamiento ideológico actual del PSOE, que fue plasmado en el programa electoral con que el partido pidió el voto a los electores, tiene un carácter contractual con ellos y no puede ser súbitamente alterado. De ahí que para calentar el ambiente, el PSOE haya anunciado como propuesta estrella la concesión del voto en las elecciones municipales a los inmigrantes que lleven como mínimo cinco años en España
En consecuencia, aunque ha habido un verdadero aluvión de enmiendas a las ponencias -la ponencia marco he recibido 5.632. el doble que en el 36 Congreso-, que, según fuentes del propio partido, pretenden en su mayor parte imprimir un giro a babor a la formación política -son llamativamente abundantes las que, por ejemplo, reclaman una ley de plazos para el aborto, la lucha contra la flexibilidad laboral o la revisión de las relaciones con la Santa Sede, incluida la denuncia del vigente Concordato-, el Gobierno y el aparato, estrechamente vinculados, frenarán esta vehemencia y orientarán tanto los debates como las conclusiones a una revisión teórica de los grandes fundamentos ideológicos de la izquierda, sobre todo en los novedosos retos que hoy plantea la política: inmigración, globalización, igualdad y cambio climático.
Viaje al centro del PP
Además, y de la misma forma que el PP ha aprovechado su reciente Congreso para ubicar una nueva imagen propia en territorios más centrales -lo que ya está generando cambios sustantivos en el sistema de relaciones entre los grupos políticos-, también el PSOE deberá proyectar un rostro y un perfil que lo caractericen. Por sentido común, el viaje al centro del PP debería llevarlo a profundizar en los contrastes y, por lo tanto, a izquierdizarse; sin embargo, todo indica que Zapatero optará por mantener las pautas generales de moderación que ha adoptado en esta segunda legislatura y por resaltar apenas algunas características singulares que usará para marcar distancias.
A ello tienden los cinco apartados de la 'ponencia marco', estructurados en 478 puntos, que versan precisamente sobre más y mejores derechos para la ciudadanía, globalización económica y nuevo modelo productivo, cambio climático, nuevas políticas e instituciones para la igualdad y "un modelo de partido para la nueva sociedad".
El "nuevo modelo"
Ese "nuevo modelo", que se plasmará en una renovada ejecutiva de la que desaparecen aproximadamente la mitad de sus miembros, supondrá una discreta e incruenta renovación generacional, que vendrá facilitada por la potenciación del Consejo Político Territorial, coordinado por el presidente de Castilla-La Mancha, Barreda, en el que estarán los presidente regionales (o personas de su confianza) y los secretarios generales del PSOE de las comunidades en que estén en la oposición. El presidente catalán, Montilla, ya había anunciado hace meses su deseo de abandonar la Ejecutiva socialista, puesto que considera incompatible esta pertenencia con su ocupación institucional al frente de un gobierno de coalición.
Si muchas de las conclusiones del Congreso serán teóricas y abstractas, pueden tener sin embargo verdadero interés práctico las relacionadas con el nuevo modelo productivo dinamizado por el Estado que reclama la globalización, y que forman el núcleo de la ponencia. El reto del realismo económico ante una competitividad internacional creciente y una energía cada vez más cara obliga a la lucha por la productividad y a la exploración de nuevas fuentes energéticas: las renovables y también, probablemente, la energía nuclear. No hay que descartar que el Congreso sirva para dar algún tímido paso en este sentido, en línea con una reclamación que ya formulan algunas caracterizadas voces del PSOE, Felipe González en primer lugar.
Realidad innegable
El "cambio sin cambio" puede, en fin, representar nuevos pasos en la construcción de una socialdemocracia sin complejos y muy conectada con las aspiraciones sociales, como continuación de una primera legislatura en que la transformación social ha sido una realidad innegable que ha servido de referencia a las demás izquierdas europeas y que ha provocado aquí algunos cambios positivos que ya no tienen vuelta atrás.