Política

Análisis | Un contradictorio Pablo Iglesias quiere "ocupar la centralidad del tablero"

Pablo Iglesias. Foto: Archivo.

El primer congreso de Podemos ha permitido contemplar de cerca a  una organización terrenal que en algún momento pareció angélica por la habilidad de sus fundadores en sobrevolar las diversas crisis que padece este país y conectar con los indignados. Análisis | Bienvenido a la casta, Pablo Iglesias, o ¡adiós cigüeña, adios!

Lo más llamativo de este Podemos pegado al terreno y en busca manifiesta de espacio físico para desenvolverse ha sido la pugna, no muy enconada por cierto, entre los ideólogos más idealistas, empeñados en preservar el asamblearismo, la democracia directa, de la organización en todos los planos, y el realismo rampante del líder que ha conseguido el portento en las pasadas elecciones europeas (unos inesperados 1,2 millones de votos), Pablo Iglesias.

Como es conocido, el grupo capitaneado por Pablo Echenique y otras dos europarlamentarias pretendía una dirección colegiada, dirigida por una especie de triunviro de portavoces. La negativa de Iglesias a tan pintoresca proposición fue cruel: "Tres secretarios generales no le ganan las elecciones a Rajoy y a Pedro Sánchez, y uno, sí". En definitiva, concesiones al populismo y a la galería, las justas.

Las últimas cinco ideas de Podemos

La organización ha aprobado cinco resoluciones, que forman un bosquejo de programa electoral; versan sobre la educación pública, la lucha anticorrupción, derecho a la vivienda y fin de la impunidad financiera, sanidad pública y "auditoría y reestructuración de la deuda". Casi todas ellas son poco exigentes porque redundan en la obviedad. Se mantiene la renta básica pero ya no se aboga por impagar la deuda. "El objetivo no es no pagar la deuda" sino "recuperar un nivel de endeudamiento y una senda de sostenibilidad de la misma que posibiliten la recuperación d e los niveles de bienestar de la población". La revolución se ha convertido en reforma.

Pero lo más expresivo de este congreso es la declaración espacial de intenciones de Pablo Iglesias, que es nada menos que "ocupar la centralidad del tablero". La contradicción es tan flagrante que no requiere comentario alguno: no es posible embelesar a quienes se sitúan al borde del sistema con mensajes radicales y al mismo tiempo atraer con el mismo discurso a las clases medias, a los moderados, a quienes aun sintiéndose muy frustrados por lo que está pasando creen que no es cosa de romper la baraja y arrojar por la borda todo lo construido hasta aquí.

El concepto "centrismo" es como se sabe un producto típico de la Transición española, época en que muchos radicales optaron por declinar sus furores y moderarse en aras de la paz que se estaba buscando y que aún había entonces que ganar.

Así las cosas, a medida que se va homologando Podemos con las fuerzas convencionales, una pregunta inquietante asoma a su alrededor: ¿Si los líderes de Podemos buscan el poder, y así lo declaran paladinamente, quién nos garantiza que sus intenciones y objetivos sean distintos de los de los demás políticos que han competido por el mismo ideal desde la instauración de la democracia. En política, no hay ángeles y los populistas no son, desde luego, seres de otro mundo. De momento, ya tenemos algunas certidumbres y los de Podemos tendrán que someterse a los mismos controles que los que provengan de otras formaciones porque el juego está, a fin de cuentas, entre seres humanos, con su grandeza y sus miserias.

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